Cap 11 - Las respuestas

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Cuando salí de la ducha Matt no se encontraba en el dormitorio.

Me vestí mientras escuchaba abajo el sonido de cubiertos y un olor a comida inundó mi olfato.

Aparté la toalla que me había colocado en el cabello y lo dejé húmedo mientras me dirigía a donde provenía el olor.

Cuando entré en la cocina, me sorprendí al ver a Matt de un lado para otro, cocinando lo que parecía ser un revuelto y unas tostadas.

–¿Necesitas ayuda? —le pregunté enarcando una ceja.

El dió un brinco y se sujetó a la encimera llevando la otra mano al pecho.

–¿Te has propuesto darme un infarto hoy? —contestó molesto—.Debería colocarte un cascabel en el cuello para saber cuándo te acercas.

Yo me encogí de hombros y me acerqué a la comida señalándola.

–¿Lo estás preparando para mí?

Él caminó hacia el armario de los platos y me sirvió una porción del revuelto y una tostada.

–Sí —respondió entregándome el plato y haciendo un gesto con la cabeza hacia la terraza—.También tienes una taza de café en la mesa, ahora voy.

–Gracias, por todo Matt —le dije mientras le cogía la mano y le daba un apretón.

–No es nada —dijo con un gesto de la mano restándole importancia.

Le dirigí una sonrisa y me encaminé a la terraza donde tenía todo preparado. Tomé la taza de café y solté un suspiro de placer al darle un sorbo, siempre me ha gustado.

Le sentí llegar y se sentó enfrente de mí mientras comíamos en un cómodo silencio.

–Mi madre era humana y mi padre era un lobo —dijo de repente.

Alcé los ojos sorprendida y coloqué la taza de café en la mesa, esperando a que siguiera contándome su historia.

–Ellos se enamoraron —prosiguió con aire ausente y jugando con la comida—.Sabes que las relaciones con los humanos están prohibidas en nuestro mundo, pero mi padre encontró en mi madre a su Mate y fué incapaz de abandonarla —dijo mirándome y calculando mi reacción.

Al ver que en mi mirada no había nada más que curiosidad y aceptación, prosiguió.

–La manada no se lo tomó bien al enterarse y huyeron para poder vivir en paz. A consecuencia, nací yo, un mestizo de dos razas que no era completamente humano, pero tampoco un lobo. Soy incapaz de transformarme, pero siempre he tenido los sentidos más desarrollados. Pasé diez años junto a ellos, siendo feliz e ignorante de lo que era, hasta que un día los encontraron —se interrumpió en un susurro.

El dolor en su voz formó un nudo en mi corazón y presentí que la parte que venía, no iba a ser agradable.

–Mi padre intentó protegernos, luchó con ellos, pero eran demasiados. Los mataron delante mía y a mi me dieron una paliza, dándome por muerto y me abandonaron. Desde entonces he estado sólo, escondiéndome de ellos y sobreviviendo.- terminó en un murmullo.

Ví que sus mejillas estaban húmedas y mis ojos se llenaron de lágrimas de empatía y comprensión. Nuestro mundo siempre ha sido duro e injusto y nunca ha contemplado ni aceptado lo diferente.

Alargué la mano y cogí la suya, dándole un apretón comprensivo, pero sin mostrar compasión. Siempre la he odiado y no voy a dejar que otros piensen que los compadezco.

–No eres inferior a nadie por ser la prueba viviente de un amor verdadero. Tus padres superaron sus diferencias y nació un milagro, no una abominación. Tienes que dejar de verte a ti mismo de esa manera porque yo en ti, solo veo a un luchador y a alguien con ganas de vivir. No permitas que nadie te diga quién eres —concluí con fiereza.

El levantó sus ojos hasta los míos mientras se secaba las lágrimas de un manotazo. Abrió la boca para contestarme pero en ese momento, yo escuché algo. Alcé la mano y él calló.

Me concentré en lo que había detectado en el bosque, un sonido de muchos pies a unos kilómetros de aquí y supe que alguien estaba viniendo por nosotros.
Me levanté tirando la silla en el proceso y le miré con urgencia.

–Están viniendo y son muchos —le dije atropelladamente.

Él se levantó con el ceño fruncido y miró a nuestro alrededor.

–¿Quién? Yo no veo nada Selene —contesto arrugando la cara con confusión.

–Dos kilómetros quizá menos, les escucho venir hacia aquí. Ayúdame a coger provisiones, nos vamos —grité mientras corría dentro de la casa con él siguiendo mis pasos.

Preparé dos mochilas con comida y agua, una manta en cada una, alcohol, gasas y algún antibiótico por si nos hacía falta.

Me dí la vuelta y le entregué una de ellas al más que confuso muchacho y, agarrándole de la mano, salí a toda prisa de la casa.

–¿Estás segura de esto Sel? Es posible que sólo sea un grupo de humanos —dijo escéptico y con cautela.

Yo me paré abruptamente y cerré los ojos agudizando mi oído.

Expandí y expandí sin encontrar nada hasta que a un kilómetro y medio de donde estábamos, lo volví a captar.

Mínimo 10 o 15 individuos viniendo en línea recta hacia nosotros. Inhalé con fuerza para cerciorarme de lo que decía Matt y abrí los ojos de golpe, girándome hacia el.

No sabía exactamente quiénes eran, una manada tal vez de los alrededores que me había olfateado y habían encontrado el rastro de una gata en su territorio, pero no me iba a quedar para averiguarlo.

Me observaba fascinado y quieto, esperando.

–De diez a quince lobos. Nos persigue una manada Matt —dije con ojos asustados y la respiración entrecortada.

–¡Vamos! —me agarró de la mano y fuimos corriendo en dirección contraria a ellos.

Los árboles se veían borrosos mientras corríamos, haciendo zig zag y cambiando el rumbo cada pocos minutos.

Dejé salir mis garras y solté un zarpazo en la corteza de un árbol mientras volvía a virar de dirección. Así les resultaría más difícil rastrearnos.

Llegamos a un pequeño arroyo helado y lo atravesamos entrando en un claro con una pequeña pradera.

En ese momento, nos placaron por detrás y caí al suelo perdiendo el agarre de Matt.

Gemí de dolor por la caída y unas manos me inmovilizaron contra el suelo, estrellando mi cara contra la tierra helada.

–Si valoras en algo tu vida, deja de resistirte —gruñó una voz masculina en mi oído.

Por el rabillo del ojo, ví que dos muchachos más inmovilizaban a Matt, que me miraba con ojos asustados.

–¡Déjala en paz ! —gritó con todas sus fuerzas revolviéndose en el suelo.

Ví impotente como le daban un golpe en la cabeza y calló desplomado al suelo.
Dejé soltar un grito de impotencia al verle tan inmóvil y forcejeé con fuerza.

Noté un dolor punzante en la cabeza y me sumí en la oscuridad.

Colmillos y Garras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora