Modo: Sonido activado

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La hora. Muy tarde para decir que una llamada era apropiada. Incluso para él, que su teléfono comenzará a emitir su caracteristica tonada a esa hora de la madrugada, sí, era extraño. Pero a juzgar por el nombre que aparecía en la pantalla sobre los botones verde y rojo, debía ser importante si esa persona tuvo el valor de marcar su número. Respondió deprisa, ni siquiera dos timbrazos dio el aparato antes de atender.

-¿Qué sucede?-

En ese momento las formalidades quedaban lejos, no tenía tiempo ni paciencia para ello. Dejó la habitación en silencio un momento mientras la persona al otro lado le informaba, ligeramente ansiosa, de los pormenores del trabajo.

Sus labios se cerraron con fuerza y su mandíbula se tenso. Sus sospechas eran ciertas.

-Iré directamente hacía allá, mandame la dirección y los detalles. Que no falte nada.- y colgó sin esperar la respuesta.

Había estado hablando en susurros, incluso el suspiro que dio al salir debajo de las sábanas salió prácticamente sin ningún ruido. Lo que menos quería era privar del poco tiempo de sueño que le quedaba a su acompañante.

-¿Quién era?-

Esa ligera voz le informo que su plan había fallado.

-Trabajo. Vuelve a dormir, aún es temprano.-

Sus palabras salieron algo toscas a pesar de que no era su intención, la mirada que el menor le dedicó era algo que no quería ver.

-Eso debería decir yo. ¿Qué es tan importante para que tengas que ir ahora?-

Giró el rostro, no debía hablar con él, así que se distrajo comenzando a recoger sus cosas. El suelo era parcialmente cubierto por la mezcla de ambos juegos de pertenencias así que buscar en la oscuridad no era muy fácil.

Fue hasta que la pequeña lámpara de su mesa de noche se encendió que pudo visualizar las cosas a sus pies. Odiaba sus impulsos, ya que solo eso basto para girarse hacia su joven amante. Lo miro ahí, sentado en el colchón con la sábana de seda roja tapando levemente su desnudez.

Por enésima vez en esa noche, se detuvo solo para recorrerlo con la mirada: su cuerpo, de piel clara sin ser blanca y suave a su tacto, bastante delgado pero saludable, con leves marcas y rasguños que se notaban en todos lados producto de lo que habían hecho anteriormente, notándose también algunas más cercanas a las cicatrices de su costado, buscando querer desaparecer el pasado que implicaban. Las manos que antes lo habían sujetado con cariño, ahora se aferraban fuertemente a la tela. Notaba como sus hombros temblaban, tal vez por el frío (cómo si lo creyera) y, finalmente, su rostro. Ese rostro con esos ojos brillantes y expresivos, que sin decir ninguna palabra le gritaban que no quería que lo dejará. No respondió nada y en su lugar, huyó al baño.

No sabía que hacer en esas situaciones; y no era por falta de experiencia, después de todo, algo había aprendido de Dazai más allá de las torturas pero ¿por qué demonios ahora le costaba dejar ese frío departamento? Imágenes del pasado le recordaron porqué. Antes estaba solo, su hermana no vivía con él así que ese departamento se hallaba vacío la mayoría del tiempo. Las pocas personas que solían entrar en ese lugar se marchaban con la misma facilidad con la que llegaban y a excepción de los otros mafiosos, el resto no volvía. Y ahora, tenía algo por qué volver. Alguien quien esperará que cruzará esa puerta y llenará cada espacio de calidez.

Antes estaba solo; ahora estaba enamorado de una maravillosa persona.

Ya con toda su ropa tuvo que morder el interior de su mejilla para darse a sí mismo el valor de salir con esa actitud que mejor lo describía en su trabajo; serio y sin ningún remordimiento.
Salió de la habitación sin mirar más que el suelo hasta el recibidor.

Llamadas nocturnasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora