El homicidio

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Así pasaron siete noches, siete largas noches. Cada día, a las doce en punto, repetía la misma operación. Luego regresaba a mi cuarto, y saludaba al viejo a la mañana siguiente con total cordialidad y cariño. Fue al octavo día. El día en que sucedió todo. Eran las doce y allí estaba yo, en la puerta, con la linterna apagada. Entonces, mi pulgar resbaló al intentar abrir el picaporte y al darle al pestillo, hizo ruido. El viejo se despertó y gritó:

– ¿Quién anda ahí? Y yo permanecí callado. Durante una hora entera no me moví del sitio. Y el viejo tampoco. Ahí en la cama, incorporado... Por un instante de él. Pensé en el miedo que en ese momento estaría atenazando sus músculos. Pensaría: – Habrá sido el ruido del viento. No, no es el viento... Tal vez un animal. ¿Y si no lo es? Seguro que el viejo no paraba de dar vueltas al sonido que acababa de escuchar, inmóvil por el terror. Y yo de pronto me di cuenta de que ese era el momento oportuno. Así que apunté suavemente mi linterna contra su rostro, y la encendí débilmente. Justo en su ojo de buitre. Ahí estaba. ¡Me estaba mirando! Abierto de par en par, con esa horrible tela que lo cubría entero. Me enfadé. a cada instante. Y empecé a escucharlo. Sí, lo he dicho ya: mis sentidos, agudizados, son capaces de oírlo todo. Y escuchaba, perfectamente, el ensordecedor ruido de su corazón acelerado. El corazón del viejo, que no se paraba, y me hacía enfadar más y más. ¡Lo iban a escuchar todos los vecinos! ¡Debía hacer algo! Me lancé contra él, tiré el colchón, y lo usé para ahogarle. Ya estaba hecho. Por fin el ojo de buitre me dejaría en paz. Por fin dejé de escuchar ese terrible sonido .Pensé después en cómo librarme del cuerpo. ¿Creen que un loco pensaría en eso? Yo era capaz de razonar, de buscar una salida. Al final pensé que lo mejor era esconderlo en su propio cuarto, bajo las tablas de madera. Así que levanté unas cuantas y escondí allí el cadáver. Al día siguiente apareció la policía en la puerta del edificio. Al parecer, un vecino les había avisado porque escuchó un grito. Yo estaba tranquilo. ¿Qué tenía que temer? Todo había salido bien, como yo planeaba. – ¿El anciano que vive aquí?- contesté ante la pregunta de la policía- No lo sé. Se marchó ayer y no he vuelto a verle. La policía comenzó entonces a registrar su habitación, y yo decidí sentarme en una silla, que coloqué hábilmente justo encima de las tablas que escondían el cadáver. Entonces, ellos y empezaron a hablar, a reír, a entablar una conversación eterna. Yo estaba alegre, y al principio seguí su conversación sin problema. Todo iba bien, hasta que de pronto... de pronto comenzó a oírse, cada vez más y más. Más fuerte, más nítido. ¡Agg!! ¡Esos malditos sentidos! ¿Por qué tendré que oírlo todo?

Era imposible que ellos no lo oyeran. Sonaba muy fuerte. Retumbaba en los oídos, como una máquina de tortura: – ¡Toc, toc, toc! El corazón del viejo seguía funcionando, seguía latiendo, seguía sonando. Y mis oídos estaban a punto de estallar. Los policías seguían hablando... ¿Cómo era posible? Disimulaban, eso es, disimulaban para ponerme aún más nervioso. Y lo consiguieron,, hasta el punto de saltar, desesperado, de levantarme y gritar:

– ¡Sí! ¡Lo hice! ¡Maté al viejo! Ese corazón que escuchan es el de su cadáver, y está aquí justo, debajo de mi silla.

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⏰ Last updated: Oct 09, 2019 ⏰

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El homicidio de bick wilsonWhere stories live. Discover now