Capítulo II

20 2 1
                                    

25 de enero, 2018.

Estaba en casa, escribiendo un poema en mi portátil; tomaba café y tenía un cigarro en el cenicero a mi lado. Escuchaba música con mis parlantes y tarareaba la canción.

¿Cómo podía estar concentrada mientras hacía todo ésto? La verdad, no lo sé.

Sentí que alguien golpeaba la puerta, seguramente Lauren o Lucas; Me levanté de la mesa y fuí a la puerta de entrada. Al abrirla, la vecina de al lado, la señora Daphnee, estaba frente a mí.

—Hola, Samantha. —Dijo dándome una de sus sonrisas cálidas— ¿Podrías bajarle a tu música un poco, por favor? Lo que sucede es que mis nietos están de visita, y los pequeños están durmiendo.

—Oh, claro. —asentí mirando a mi vecina.

—Muchas gracias, Sammy. Adiós. — hizo un ademán con su mano, y caminó a su casa.

Suspiré, cerré la puerta y apagué mis parlantes, conecté al portátil mis audífonos y seguí escuchando mi playlist de música.

Pasaron unas horas antes de que Gabryell llegara a casa, ebrio, como siempre.

—Hola, cariño. —Dijo sin balbucear a pesar de estar pasado de copas— ¿Qué hay para comer?

—Te dejé la cena en el microondas.— Me levanté de la mesa y fuí con él, dándole un abrazo y poniéndome de puntillas para poder darle un beso en la mejilla.

—Gracias, te amo preciosa.— me besó la frente y calentó su comida.

Me senté de nuevo frente al portátil y el se sentó a mi lado, seguía escribiendo cuando ví por el rabillo del ojo que se levantaba; Se quedó detrás de mí, supongo que veía lo que hacía.

—Sigo sin comprender cómo aún no te contrata ninguna editorial. Lo que escribes es hermoso, cielo. — Soltó un vago suspiro y sonreí con tristeza.

—Las cosas buenas llegan, tarde o temprano.—Dije en un suspiro, desearía creer lo que dije.

—Samantha, vamos, tú y yo sabemos que escribes con todo el sentimiento, que las palabras que plasmas ahí —señaló la pantalla—, son parte de tí, y sé que cuando escribes, todas tus emociones fluyen. No dejes que lo que tu madre te decía de pequeña te afecte ahora, porque nada de lo que decía era cierto y aquí estoy yo para recordártelo las veces que sean necesarias.

Sonreí, me levanté de la silla y lo abracé con fuerza, escondiendo mi cabeza en su pecho. Sentí como me alzaba y subía las escaleras hacia la habitación mientras yo simplemente dejaba las lágrimas salir, no sabía si eran de felicidad por todo lo que acababa de decir, o por tristeza sabiendo que estos momentos junto a él son pocos, y que tal vez mañana vuelva más ebrio aún o incluso drogado, junto a una chica más y yo deba dormir en el sofá una noche más.

Se tambaleó pocas veces antes de llegar a nuestra habitación, abrió la puerta y entró aún alzandome, cerró la puerta con su pie y me acostó en la cama; tenía los ojos cerrados y supe que se había acostado también cuando la cama se hundió bajo su peso.

Me acurruqué en él abrazándolo, Gabryell acariciaba mi cabello y tarareaba una de sus canciones en mi oído, su voz era ronca y pocas veces balbuceaba. Recordé todas esas veces que luego de pelear con mi madre iba con él a su departamento y hacía lo mismo hasta que me dormía, a la siguiente mañana me despertaba y él hacía el desayuno mientras yo me aseaba y luego íbamos al instituto juntos, en esos momentos no éramos pareja, sino simplemente amigos.

...

Desperté y miré a mi lado, nada. Ya se había ido.

Me levanté de cama, fuí al baño y me cepillé los dientes, además arreglé mi cabello. Fuí a la cocina y miré la mesada, en un plato me había dejado hotcakes con frutos rojos, junto a una nota.

—"En el refrigerador hay jugo de naranja y una ensalada de frutas, espero que te guste." —leí en voz alta y sonreí abriendo el refrigerador sacando lo antes mencionado.

Me senté en el sofá, encendí la televisión y puse Netflix, comencé a ver The End Of The F***ING World mientras comía. Al rato recibí un mensaje de Lauren

"Camino a tu casa, lindura."

Reí y negué con la cabeza mientras terminaba de comer. No pasaron ni diez minutos cuando ella llegó, sólo ella conocía la llave escondida en el tapete de la entrada, por lo tanto, no tuve que abrirle

—Hola, Sammy de mi corazón.—me robó un poco de los hotcakes y se sentó a mi lado.

—Hola, Lauren. —Le sonreí y dejé el plato a un lado. — ¿A qué se debe esta majestuosa visita? — la miré con burla a lo que ella me respondió con un suave empujón en mi hombro.

— ¿Ahora no puedo venir a ver que hace la mejor amiga que he podido tener en esta vida? —sabía que me molestaba que me dijera así, no me consideraba la mejor amiga que una persona pudiese tener.

—Claro que puedes, pero por lo menos avísame con tiempo para prepararte algo de comer.

—Te avisé con siete minutos de anticipación, y por lo de la comida, aunque es muy dulce de tu parte, no hace falta. Y bien, ¿Algún chisme o algo que quieras contarme? —Negué. — ¡Vamos, seguro que tienes algo!

—En realidad no. —reí mirándola.

—Eres una chica muy aburrida, Sammy, y lo digo por tu propio bien, deberíamos salir e ir de compras o a alguna fiesta. Te la mantienes encerrada todo el santo día y son pocas las veces que estas con alguien.

—Ajá, tu deberías intentar no salir de casa por un día, ya verás que cuando le tomes el gusto no querrás salir más.

—¿Qué? Ni hablar, sabes que a mí me gusta la fiesta, y la acción. —Me guiñó un ojo exageradamente y ambas reímos ante eso, me abrazó y me besó la frente. —Te quiero Sam.

—Y yo a ti, Lau.

Y así pasamos el día, entre risas y abrazos. Lauren era la mejor amiga que alguien pudiese tener y me alegraba que ese alguien fuera yo.

Más allá de nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora