5 minutos

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Sucedió un jueves. O viernes, dependiendo de en qué parte del mundo se estuviera en el momento. Lo que es invariable es que todos los seres humanos en edad de razón y sin problemas neurológicos experimentaron el mismo sentimiento al mismo tiempo: toda la humanidad desaparecería en 5 minutos. Nadie sabía la razón y, a la vez, todos sabían que era cierto; de la misma forma que se sabía que el Sol sale cada mañana por oriente, que el agua moja y que el dinero no trae la felicidad, pero sí facilita las cosas.

La reacción inicial fue casi la misma para todos. Un breve momento de negación que terminó tan pronto como fueron conscientes del mismo. Luego vino el terror, pero éste no fue para todos y su duración no fue la misma de persona en persona. A algunos, los pragmáticos, sólo les duró unos segundos. A otros, la mayoría de los temerosos, les duró entre 30 segundos hasta minuto y medio. Los demás, pasaron los 5 minutos en estado de pánico. Pobres. Vivieron un infierno express que se sintió como toda una vida; o, más bien, el resto de una.

Los únicos que no sintieron terror fueron los convalecientes, las víctimas de abuso, los que en ese momento habían perdido a su pareja, un hijo o sus posesiones. Había miles de personas, casi todos mujeres y niños, que eran traficados o usados para prostituirse. Los que habían perdido la esperanza de ser rescatados, sintieron alivio de que pronto todo terminaría. Los que hasta ese momento aún tenían algo de esperanza, sintieron una profunda tristeza porque jamás volverían a ver a sus familias. Eventualmente se unieron en sentimiento al grupo que había perdido su esperanza hace tiempo. Los abusadores tuvieron pánico, oraron a sus dioses y pidieron perdón a sus víctimas, pero éstas ya no los escuchaban. Algunos murieron antes, producto de dejar a sus presas en libertad y ser golpeadas hasta la muerte por ellos.

Cientos de millones de personas se hallaban en las calles en esos minutos. Muchas de compras, de paseo, yendo a la escuela, al trabajo o sus casas. Buena parte de ellos trataron de llegar a sus hogares para despedirse de sus familias, pero la mayoría se dio cuenta que no llegaría a tiempo. Trataron de llamarlos, de mandarles mensajes, pero en menos de un minuto todos todos los servicios de comunicación se saturaron y los servidores se cayeron. Nunca se habían mandando tantos "Los amo" "Te amo" "Siempre te quise" como en esos 300 segundos. Tampoco hubo tantos mensajes que no lograron enviarse.

A los tres minutos empezaron los suicidios, caídas de edificios, balazos a la cabeza. La mayoría no eran suicidas; sólo querían morir en sus términos.

Millones de bebés e infantes que no entendían el concepto de la muerte, veían confundidos a sus padres, niñeros y guardianes. Los adultos les regresaba la mirada, pero era como si no fueran ellos mismos. Los niños no entendían la culpa (injustificada, quizá) que sentían los adultos porque les tocó vivir toda una vida, cometer errores, aprender, reír y sufrir. Tenían una pena indescriptible porque sabían que los niños no podrían vivir sus vidas y que no había nada que hacer para evitarlo. Afortunadamente, ésto no duró mucho. Los adultos recobraron su compostura y decidieron, sin nunca decirlo en voz alta, que el tiempo restante lo usarían como si sí hubiera un mañana, como si todo estuviera en orden. Jugaron a ser adultos a cargo de niños.

Las parejas que estaban juntas se abrazaron, se dijeron todas las cosas que siempre sintieron, se disculparon y perdonaron errores del pasado, se besaron cómo nunca lo hicieron. Muchos, fueron directo a hacer el amor, concientes del.tiempo.que les quedaba, esperando tener un último orgasmo antes del final. Algunos lo lograron.

Otros cientos de millones despertaron con la certeza de lo que pasaría, y de que no estaban soñando. Los que dormían solos quedaron viendo hacia arriba, al infinito. Los que dormían con alguien se abrazaron sin decir nada, sollozando en silencio. Otros pocos se levantaron, salieron y pasearon por calles semi vacías, caminando sin destino en mente.

El último minuto fue el más largo. Los que tenían reloj con manecillas sentían que el segundero se movía tan lento que uno podía vivir vidas enteras entre cada segundo. Uno, recién nacido, potenciales futuros a lo lejos. Dos, viejo convaleciente, lleno de experiencias y arrepentimientos.

Faltando 30 segundos la mente pasa de pensamiento en pensamiento, cada vez más fugaz, más difuso. La mente piensa tan rápido mil cosas a la vez hasta que deja de pensar, sacada de su ensimismamiento por algún ruido externo.

Quedan 20 segundos, toda la humanidad resumida en un intervalo tan corto que apenas si hay algún cambio en el mundo dentro del mismo.

10 segundos, es como Año Nuevo, pero nadie celebra, nadie llora, nadie ríe.

5 segundos, los últimos "Te amo" son dichos, los últimos gritos de desesperación.

1 segundo, la última palabra se habla, 0 segundos, nadie la escucha. Silencio.

5 minutosWhere stories live. Discover now