Mis piernas eran flacas, sin carne, solo hueso. Mi piel tenia poros enormes, granos y feas ojeras como si nunca en mi vida hubiese dormido, aunque a veces si era así.
Mis ojos eran tan oscuros que se podía ver mi tristeza en ellos. Mi cabello era un marrón tan oscuros como mis ojos, tenia rulos, pero siempre estaban enredados, era una cabellera incontrolable, no era despertarme con una cabello lacio y ya desenredado, tenia que ponerme cremas para que se armara bien y aun así quedaban mal, la humedad era mi peor pesadilla, la peor.
Yo tenia pocas curvas, trasero y tetas, lo único bueno de eso era no recibir tantas miradas acosadoras y poder dormir boca abajo, si, eso era lo mejor, a pesar de parecer un pescado en proceso de descomposición.
Pero, lo que mas odiaba de mi, eran mis piernas, eran realmente feas, llenas de cicatrices, mis rodillas eran oscuras y mis pies mas grandes que el mismísimo pie grande.
Odiaba muchas cosas de mi, no le tocaba ni los talones a la Diosa Venus, ni a ninguna.
