Capítulo 28

8.9K 1.2K 856
                                    

Moon-jae permaneció muy concentrado en la caída de la nieve, tanto, que no escuchó nunca que retrocedí para buscar la cámara. La configuré lo más rápido que pude para que no emitiera ningún sonido y delatara que estaba a punto de retratar uno de sus secretos mejor escondidos.

Me hizo falta el aire, me temblaron las manos, mi garganta se resecó. Estaba aterrado, pero también boquiabierto por los trazos permanentes en su espalda. Nunca había visto algo así, al menos no en persona.

Tomé dos fotografías; una movida por culpa de mis nervios. No las revisé en ese momento, pues opté por devolver la cámara a su sitio y fingir que no había hecho nada más que admirarle a la distancia.

Aunque me le quise acercar, no me atreví. Y es que yo no era tan tonto como para no saber lo que significaba que Moon-jae tuviera un tatuaje de ese tipo. Lo vi en películas y hasta en juegos, en algún noticiero y en un par de aburridos documentales.

—Eres un criminal, ¿no es cierto? —dije, manifestando mi inquietud.

Hacía mucho frío, por eso mis brazos y piernas tiritaban sin que pudiese controlarlo. Abandoné las sábanas a un costado; no deseé ponérmelas de nuevo sobre el cuerpo porque sentí que en cualquier momento saldría corriendo de ahí.

Fui capaz de interrumpir la profunda concentración de Moon-jae con aquella pregunta, pero no entendió mis palabras al instante. Giró la cabeza en mi dirección, juntando un poco las cejas. Me vio a los ojos, notó el temor en ellos a través de la poca luz exterior. Después, como si de mis pupilas emergiera algún acertijo, buscó lo que yo contemplaba con tanta sorpresa.

Se dio cuenta de que no traía nada puesto, ni siquiera una camiseta. Que toda su espesa cabellera le caía por un hombro y que yo ya no estaba ebrio, sino bastante despierto y alarmado. Lo primero que hizo, fue girarse hacia mí, luego retroceder un par de pasos. Recargó la espalda en la pared contigua lo más rápido que pudo para dejar de exhibir lo que tanto le avergonzaba.

—Déjame explicarlo. —Como yo, estaba bastante sorprendido—. No es lo que piensas.

Algunas cosas comenzaron a cobrar sentido después de que vi ese pez enorme nadando entre las flores sobre su piel. Como, por ejemplo, su insistencia en conservar la parte de arriba de su ropa cada vez que nos acostábamos o ese quiebre emocional cuando traté de desnudarlo para meterlo en la bañera.

No quería que yo lo viera.

—Moon-jae, no soy estúpido. —Elevé un poco el tono, aunque no muy fuerte para evitar molestar a los vecinos—. Sé muy bien qué es eso.

Problemas de drogas, kimonos de lujo, inestabilidad emocional, bueno en idiomas, aterrado por su imagen en internet. Moon era parte de algo peligroso, de eso no había ninguna duda.

Se abrazó a sí mismo, pues no podía con la temperatura y la intensa necesidad de ocultarse. Pasó de ser un asiático inexpresivo y serio, a un pobre hombre cabizbajo, pequeño ante mí y mi fingida seguridad.

—Lo siento... —murmuró, al borde de quebrarse.

Se dejó caer, pegó las rodillas al pecho y las palmas de las manos a sus ojos. Yo no me moví ni un centímetro, queriendo asimilar la situación junto con esas indescriptibles emociones que recorrían cada rincón de mi ser.

El viento potente y helado agitó las cortinas, junto con mi cabello despeinado. Se me quemaron las mejillas; la sangre dejó de circular por mis pies.

—Era demasiado joven, Luke. —Apenas y le salía la voz—. No sabía lo que hacía.

Su contestación confirmó mi teoría: Moon-jae pertenecía a un grupo criminal.

¿En qué momento había ocurrido todo esto?

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora