Ventana del alma

4 0 0
                                    

Irreversible, definitivo, la última alternativa, eran esas las palabras del especialista sobre aquel tratamiento, como respuesta a su constante angustia, sus ganas de salir corriendo mirado al cielo, sus preguntas sin respuestas, tanto dinero gastado en sesiones donde nada había funcionado y todo el tiempo que había pasado sin saber qué hacer. Muchos encontraron aquel oficio oculto en su pasado, le dijo, los pasos a seguir, personas que elegir y cambios de vida que siempre quisieron, pero que estuvieron cubiertos por capas de miedos y trabas que los llevaron por otra dirección, y con lo que le ofrecía podría tener todo eso, lo que realmente quería, con la única salvedad que aquello que obtuviera se quedaba grabado en su cabeza como una certeza absoluta, sin posibilidad alguna de negarla, pasando a ser su nueva realidad. Salió de la consulta como en una nube, separada del resto del mundo, con los sonidos llegando de lejos y la piel de gallina. Caminó por inercia hasta el ascensor, pero cuando entró olvidó apartar la vista de esa caída en picado por las paredes de vidrio, con el corazón latiendo a mil por hora mientras sentía que caía. Apretó los dientes con fuerza pero la sensación no se fue hasta que llegó al primer piso, saliendo rápido y respirando por fin más tranquila. Eran demasiadas sensaciones juntas en poco tiempo.

¿Qué la había llevado a ese punto?, toda una vida sin grandes incidentes, sin emociones extremas que generaran grandes recuerdos. Una vida llena de lo cotidiano y seguro, de pasar de un momento al siguiente sin preocuparse de lo que ello significaba. Y mientras el resto tomaba riesgos y cambiaba, ella lo evitaba todo por miedos que apenas podía explicar. ¿Hace cuánto que no sentía el corazón arder de pasión incontrolable, la sonrisa espontánea sin poder dejarla de lado, los ojos brillantes al ver eso que le llenaba el alma? Parecía que había pasado toda una vida.

Llegó a casa y se miró al espejo por minutos que parecieron horas, dudando, tragando con fuerza, pensando en las arrugas que se fueron formando de a poco junto a los ojos, a las diferencias a su reflejo de hace veinte años, a la forma en que su entorno había cambiado sin ella, y cómo a esa altura de su vida todo parecía no tener vuelta. Para eso era la caja que había traído, con las promesas que contenían. ¿Estaba lista para ello?, por supuesto que no, Adela siempre pensaba demasiado y muchas veces las oportunidades se iban, ¿pero cuánto tiempo más las dejaría ir?

Tomó la caja temblando, con las lágrimas amenazando con salir, sabiendo que si hubiese otra alternativa la habría tomado y que cada minuto que pasaba eran oportunidades de vivir como le habría gustado. La espalda le dolía demasiado por la carga de toda una vida, con la sensación de estar atrapada que la había acompañado por siempre, pero ante ella tenía una respuesta, un experimento, una posible luz para toda su oscuridad. «Ventana del alma», rezaban las letras rojas en la caja, y entonces la abrió para probarse a sí misma que podía dar un paso hacia adelante en su vida.

Siguió las instrucciones al pie de la letra, despejando su entorno, dejando en la mesita de noche una libreta y lápiz listos para cualquier pensamiento nocturno, una jarra de agua para la resequedad de la boca y paracetamol por si llegaba el dolor de cabeza. Cerró los ojos tratando de liberar su mente, respirando profundo muchas veces como le contaban sus amigas que hacían yoga, luchando con los pensamientos recurrentes y otras trabas de la vida. Abrió los ojos al rato y antes de ponerse a pensar demasiado tomó la gran pastilla color de rosa junto a varios tragos de agua. Se repitió un montón de veces que no pensara en ello, que lo dejara ir, que estaba bien, y se acomodó en la almohada lo mejor que pudo antes que el sueño llegase de golpe, avasallador como la vida misma.

Su mente comenzó a viajar de formas inimaginables, con destellos coloridos, sonidos estrambóticos e imagines imposibles. Toda su vida pasaba frente a sus ojos en un lenguaje intransferible, como en los sueños más extraños, algo que nadie más entendería. Un recuerdo ya olvidado de cuando era niña mezclado con sonidos de llanto a lo lejos, apretujada en una esquina mientras afuera todos corrían. Tantos días perdidos, tantas historias no vividas, que de un lado al otro la llevaron por las posibilidades infinitas. Sentía su mente abrirse y contraerse, cambiar de forma constantemente, y una a una fueron apareciendo las decisiones que tomó, esas que pudieron cambiarlo todo. Fue consciente de todas las invitaciones, de los momentos en que dar un paso adelante habría significado otra vida, y otras donde detenerse a pensar antes de actuar habrían hecho la diferencia. Los colores eran sentimientos viajando por todos lados, acompañados de melodías difusas pero que por algún motivo sentía bien adentro. Estaba conectada a sus sentidos como nunca antes, consciente de todo como un narrador omnisciente, comprendiendo cosas de su pasado que ya había olvidado, esos momentos en que podría haber hecho algo pero eligió la inercia.

MicrofrustracionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora