Se encontraba aburrido en su silla reclinable. En su pequeña oficina llena de papeles y libros de números. La empresa manejada por su padre y él, su mano derecha, todos sus trabajos pendientes estaban resueltos y ya no había nada más para hacer. Pero no podía irse aún si era el hijo del dueño, debía dar el ejemplo a los empleados, y cumplir su horario.
—Esto es un asco ttebayo-resopló molesto.
Naruto Namikaze, su clan era de zorros y como tal, había heredado todas sus características. Sus peludas orejas en tono naranja entre el abundante cabello rubio y una larga y peluda cola saliendo de sus pantalones de marca. A sus veinticinco años era todo un hombre de negocios, casado y con un hermoso hijo. Sí, su familia lo era todo para él.
Su esposo Sasuke, era el hombre más increíble que hubiera conocido. Un gato doncel terco, orgulloso, pero tierno. Su encuentro no fue muy agradable, pero con el tiempo, a base de esfuerzo fue seduciendo al que sería algún día su preciado esposo.
Siempre lo recordaría. Recordaría aquella pelea de la cual salió muy golpeado, con sangre bañando su rostro, pero con una radiante sonrisa. Fue una tarde cerca de su barrio. Había ido de compras a regañadientes por su malhumorada madre.
—¡Maldito gato callejero!
—¡Muérete de una vez!
—Tú y tu familia son una plaga que no debería de seguir existiendo.
El blondo caminaba siguiendo su destacado olfato y al doblar una esquina, tenían acorralado a Sasuke contra la pared de una casa abandonada pateándole y jalándole el cabello. Tan solo se mantenía en posición fetal con sus antebrazos cubriendo el rostro. Eran cinco, y eran del colegio.
—¡Cobardes! ¡Aléjense de él!
—Es el bufón de Naruto-rió, un niño con orejas y cola de leopardo.
Soltó las bolsas de compras y fue corriendo a su dirección con intensiones agresivas, cosa que percibieron dos de ellos y por las buenas, dejaron de golpear a Sasuke y emprendieron la huida.
—¡No huyan maricones!-gritó molesto, el cabecilla del grupo.
Los tres permanecieron cara a cara con el zorro furioso que mostraba su cola erizada y orejas muy erguidas. Observó a Sasuke todo magullado e inconsciente. Apretó sus nudillos con fuerza y sin mediar palabra con los brabucones, se abalanzó contra ellos y repartió piñas en todas direcciones. Desde luego no salió ileso, fue su primera pelea, pero todo valió la pena al defender al gato azabache. El niño que sería su amor desde ese instante.
—Mis amores...-Naruto tomó de su escritorio el delicado portarretrato donde estaba su esposo e hijo. Sasuke abrazando a Menma, un zorrito de cinco años igual que él pero con el cabello azabache de su madre y sus brillantes ojos azules con marquitas en ambas mejillas. Menma sonreía abiertamente sosteniendo un osito de felpa, y su madre arrodillado a su lado abrazándolo por sus pequeños hombros con una media sonrisa—Sin duda... no podría vivir sin ustedes a mi lado-depositó el cuadro en su lugar y suspiró.
Últimamente Naruto y Sasuke estaban muy ansiosos. Faltaban días solamente para que su esposo entrara en celo, y pudieran tener otro bebé. Lo habían hablado seriamente y ambos estaban de acuerdo, querían un hermanito para Menma. Sasuke entraba en celo cada tres años, y el celo duraba solo cinco míseros días, por lo que él como "el macho" debía poner la mejor de las voluntades y esfuerzos para lograr preñar a su gatito terco. Todos los días que se despedía con un beso dulce en sus labios, Sasuke le miraba ensoñador ansiando el momento más que él.
Concedieron a Menma en su noche de bodas, afortunadamente, Sasuke estaba en su tercer día de celo y su primera vez fue bastante lujuriosa y salvaje. Su primera noche juntos como maridos, la mejor de sus vidas, se había corrido en su azabache cuatro veces, sí o sí, saldría embarazado. Pero para estar completamente seguros, hicieron el amor hasta finalizar su celo.

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Vida salvaje
RomanceNaruto espera impaciente que su esposo Sasuke entre en celo para poder concebir un hermanito para Menma, ¿Podrán?