Déjame decírtelo

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¿En qué momento el tiempo voló con tanta velocidad? ¿En qué momento me quedé estancada en mis palabras? Debí hacerlo, debí decírtelo en ese momento, pero no podía articular palabra. Quería sentirme fuerte, quería mirarte sin sentirme en gravedad cero, y creí que negando lo innegable conseguiría mi cometido.

No fue así.

Después de tanto tiempo, después de verte en los pasillos junto a tus constantes parejas, no puedo sacarte de mi cabeza. Inconscientemente busco tu mirada, creyendo que volverás a mirarme de la misma manera en que lo hacías antes, pero me doy cuenta, soy invisible para ti. Puedo verte reír, ya no necesitas que yo lo haga, puedo ver como juegas con el mechón de tu pelo con el que siempre me entretenía, incluso te veo contar las nubes como solíamos hacer.

¿Me recuerdas, entonces? ¿Tal vez soy solo yo? ¿O también me buscas entre la multitud y escuchas canciones que encaja en nosotras?

No lo sé. No puedo saberlo. Me limito a crear conjeturas como medida de seguridad, y aun así no creo que sirva.

Por eso estoy aquí, otra vez, en nuestro lugar, mientras tú buscas a alguien que no soy yo. Tus ojos se pasean entre los demás, no entiendo para qué cuando lo llevas contigo. Deberías fijarte solo en él, entonces ¿por qué no lo haces? ¿Por qué de repente te detienes al verme? ¿Acaso sientes lo mismo? ¿Acaso el tiempo se ha detenido en el instante en que tus ojos atraparon los míos? Es injusto, recuerdo cuando decías que era yo quien provocaba esa sensación, y aunque siempre te sonreía para burlarme de ti, en el fondo pensaba que eras tú arrastrándome a un mundo sin tiempo.

Debí decírtelo.

Sé que eso piensas, tan solo necesito ver como alejas tus ojos de mí, rompiendo una conexión que jamás creí poder destruir. Tu expresión se transforma, parece que no te importa verme, pero no puedes mentirme. Algo ocurre, no intentes negarlo, no me importa cuánto aguantes bajo esa máscara, puedo verte tras ella.

Te sientas, evitas mi presencia, hablas, pero no puedo oírte, y necesito escucharte. Me levanto de mi sitio, caminando entre la multitud. Es entonces cuando te percatas de mis intenciones, no me das tregua, te disculpas con tus acompañantes y besas a tu actual pareja, alejándote a toda prisa de donde estoy. No puedo dejarte marchar, no puedo perderte otra vez, necesito decírtelo, y después tú decidirás si algo cambia. Por eso corro tras de ti, en busca de una princesa a la que necesito como a una reina. Las luces cambian entonces, el azul me transporta al igual que una marea, haciéndome llegar a una orilla íntima, una isla en la que tú y yo coexistimos por cada latido que nuestros corazones conectan. Camino ante lo desconocido, pues has creado un laberinto que no consigo traspasar. Pero no tengo miedo, conozco tus pensamientos, no necesito encontrar la salida, porque entre más me adentro, más cerca me siento de ti.

Estoy en lo correcto, podría lanzarme desde un acantilado, porque sé que tras chocar contra el mar abriré los ojos y estarás frente a mí, mirándome de esa manera, sin comprender cómo he logrado llegar hasta ti cuando nadie más ha podido. Es así, justo ahora tus ojos verdes parecen cuestionarme el por qué, y debería responderte, pero me limitó a sonreír de ese modo que tanto detestas y al mismo tiempo adoras. Niegas, te niegas, porque yo también lo haría, quieres controlar los impulsos que yo quise enjaular. Conozco el sentimiento, conozco el deseo de libertad, la lucha perdida que en algún punto quise creer ganar.

Doy un paso, tú te alejas dos. Avanzo un poco más, y tú te alejas el triple. Los segundos cuentan, me detengo donde estoy, y es entonces cuando tu avanzas. Mi corazón se escapa, ¿en qué momento me lo arrebataste? ¿En qué momento tu pelo se convirtió en un imán para mis manos? Pero, más bien, ¿en qué momento tu respiración se mezcló con la mía?

No conozco la respuesta, tampoco me importa, solo siento mis dedos volviendo a jugar con tu cabello, mi piel arder ante tu roce, mientras mis labios mueren en el momento en que viven los tuyos. La oscuridad parece esclarecerse con tu sabor, porque no necesito ver cuando puedo tocar, cuando puedo enredarme en tu cuerpo y guiarme a ciegas únicamente con la vibración de tu voz. No cuento el tiempo, ¿acaso existe? ¿Este instante no se rige por nuestros latidos? ¿Tal vez por los tuyos? ¿O tal vez por cada mechón de tu pelo? Déjame contarlos, déjame intentarlo, sé que será imposible, y eso me encanta. Lo haré, una y otra vez, sin saber qué sigue después del dos, pero conociendo qué sigue después de cada pliegue de tu boca.

Déjame decírtelo, necesito hacerlo, no me detengas, no me arrebates la voz con tus hechizos, ¿acaso sabes qué estás haciendo conmigo? ¿Acaso esas son tus intenciones? Déjame un latido, necesito un momento de sensatez, no puedo pensar, solo actuar, tus manos se mueven en la orquesta en la que me he convertido ahora. Jamás pude encontrar la partitura que siempre guardas para mí, jamás he podido leerla siquiera, pero no parece impedirme que suene como tú deseas. No hay ensayo, ni siquiera existe el error contigo, ¿cómo aprendiste a tocar tan bien? Puedes alzar mi voz del mismo modo que puedes hacerme un susurro en el viento.

Necesito decírtelo. Detén tus manos, mantente en la prisión que forman las mías, escucha mi aliento, si tengo que hablar todos los idiomas existentes lo haría solo para que pudieras comprenderme. ¿No lo oyes? Mi piel se eriza al igual que una marea que va y viene, el silencio no es más que ruido, mientras que nosotras somos un sonido. Mírame, dime que lo entiendes, no puedo hablar, no albergo el don de la palabra, lo sabes. Por mucho que exigieras, por mucho que me forzases, siempre supiste que las letras no existían en mi vocabulario. Pero aquí me tienes, cantando para ti mientras mis ojos derriban el muro en el que quise esconderme.

Déjame decírtelo.

Sonríes, me miras, me adoras y es entonces cuando logro oírte, porque todo el tiempo quise decirte lo que tú intentabas gritarme. Eres las estrellas que forman mi galaxia, y yo el infinito que logra producir nuestra luz. 

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⏰ Última actualización: Oct 18, 2019 ⏰

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