A pesar de haber viajado tanto, nunca perdí el contacto con Nadia y su ayudante (tranquilos, dentro de poco desvelaré su identidad). Ellas siempre me contaban lo que pasaba en el instituto, como estaban todos, etc. de vez en cuando quedábamos en algún lugar las tres y hablábamos, nos tomábamos un batido en Starbucks y todo eso. La verdad es que me encanta quedar con ellas, son las únicas que me entienden. Ni Claudia (mi mejor amiga), ni siquiera Martí (mi novio) me entienden tan bien como ellas. A pesar de todo no podía evitar pensar en las Encinas, en mis amigos, en mi hermano y sobre todo en Nano. De vez en cuando me daba la vena triste y las lágrimas brotaban de mis ojos sin control. Pagaría millones por volver y que todo fuera como antes, y vale, mi vida no sería perfecta, pero yo era feliz.