Despertando a un cuerpo moribundo

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Y mire el sol y la luna al mismo tiempo, se mantenían a una distancia casi equidistante, solo tenían unos milímetros que hacían que su simetría fuera imperfecta. Veía un algo muy similar a un volcán separando ambos astros, pero no tenía un cráter en la parte superior sino dos cráteres inferiores que se dividían por una sutil línea de tierra de la cual colgaban dos estalactitas que hacían casi un anillo. debajo del volcán se encontraba una cama de hojas caídas de otoño, las hojas habían dejado ese tono de amarillo del inicio y se veían teñidas de un leve rojo, lo suficiente para que dejaran atrás la tonalidad de rosa pero solo lo suficiente, tendría que haber preguntado a un experto diseñador para que me diera la tonalidad exacta de ese color tan cautivador, por unos segundos en esas hojas pude ver algo que movió en lo más profundo de mi ser algo que estaba empolvado, algo que hace mucho no se movía y empezaba a oxidarse, no tengo la mas mínima idea de que era, pero dentro de mí por una centésima de segundo el calor que hace tiempo mi interior no tenia. todo este paisaje estaba encapsulado en una deformada esfera de agua, cercana a la esfera, pero algo alargada, como si viera una gota de agua invertida, como si la gravedad hubiera sido desviada del centro de la tierra y ahora las gotas del mar se transformarán en lluvia con dirección hacia las nubes.

por segundos quede embobado con el espectáculo astro-terrenal que captaban mis ojos, como si todo el mundo alrededor de ese baile entre agua, tierra, estrellas y satélites hubiera opacado a los demás mundanos átomos que componen la existencia, por un momento el mundo perdió la luz que lo iluminaba y la materia se descompuso para no captar la luz proveniente de ese hermoso sol que intentaba conquistar a la luna con su baile perfectamente coordinado. era un baile hermoso pero imposible en la realidad, si el sol se movía a la derecha la luna lo seguía con casi nada de retraso y fallando por milímetros el paso, ninguno se alejaba, mantenían casi de manera perfecta la distancia, pero ninguno de los dos rotaba, como si alguno rotara de alguna manera perderían el ritmo de ese baile perfecto y perderían esa conexión tan especial de ambos. Los cráteres del volcán se encendían en un leve rojo con un ritmo algo irregular, se encendían en un rojo casi similar al del atardecer, pero solo duraba una décima de segundo y volvía a apagarse hasta dejar casi un negro absoluto, solo con unas pequeñas brasas aun quedando encendidas y las hojas de otoño debajo de este danzaban como si estuvieran divididas por dos mares que crean dos mareas irregulares que iban a ritmos similares, pero formaban curvas ciertamente diferentes.

No podía dejar de observar esta maravillosa imagen, cada vez más dentro de mí la temperatura incrementaba y la sensación de frío escapaba de mi ser siendo remplazada por un calor, no abrasivo, ni siquiera leve como el fuego de una fogata cercana, era como si el cuerpo despertara y la sangre dentro de mi empezara circular y los engranes de mis articulaciones empezaran a funcionar después de que las arañas hayan dejado sus trampas para moscas en ellos. Era como si cada parte de mi cuerpo empezara a movilizarse después de que se haya rendido, los nodos eléctricos de mis neuronas empezaron a hacer sinapsis tras sinapsis en un frenético intento de mi cerebro para mandarle un mensaje contundente a todos los holgazanes del cuerpo, estaba desesperado por informarles de un evento cataclísmico que estaba ocurriendo frente a mí.

Apenas mi cuerpo podía responder, todavía no giraban todos esos engranes oxidados dentro de mi ser como para poder reaccionar. Pero el tiempo no tuvo misericordia de mi lentitud y lo único que pudo procesar mi cerebro era como dos corrientes de aire rodeaban mi cuerpo; una fluía lentamente por encima de mi cadera envolviéndola lentamente y la iba empujando hacia adelante, en dirección a la danza de los astros mientras que la otra empezaba a rondar cerca de mi oído izquierdo y escuchaba levemente esa brisa que era inaudible si no estuviera pasando a tan poca distancia de mi.

El cerebro mando frenéticamente señales eléctricas a los ojos para que se movieran y observaras su alrededor para entender que era lo que nos estaba rodeando y visualizar correctamente hacia donde nos movía, pero ellos no hicieron caso, simplemente querían ver esa majestuosa danza de astros sobre hojas desteñidas caídas por la muerte prematura que anunciaba la llegada del mortífero invierno. Pero los ojos descubrieron que podían sentir terror porque empezaron a notar como ambos astros empezaban a desaparecer lentamente, sus partes superiores e inferiores eran cortadas por líneas levemente curvas. Los ojos mandaron la señal involuntaria a los lagrimales para que empezaran a soltar leves gotas de tristeza porque no podían concebir que el espectáculo haya terminado. Lentamente los astros se escondían entre unas cortinas invisibles y desaparecían de la vista, pero mi cuerpo no estaba listo para el desaparecer de esos astros.

Solo una fracción de segundo duro mi tristeza provocado por el culmen de la danza ya que al momento que los astros decidieron claudicar sentí la sensación rugosa de las hojas rozar levemente mis labios. Al sentir esta sensación desconocida dentro de mi cerebro una tormenta de rayos se desato y muchos cayeron en conductores que activaron cada una de mis neuronas, sintió una cantidad de energía infinita que dio la oportunidad de mandar todos los mensajes que tenía que mandar a cada uno de los sectores de mi cuerpo para que por fin trabajaran como una maquina unida como lo era en algún antaño tiempo.

Los corredores de cintas rojas recibieron una fuerte carga de adrenalina desde que los hizo correr a velocidades nunca antes vistas, pasaron por el gran castillo escarlata y se dirigieron en todas las direcciones del gran camino rojo. Al pasar por la gran cuerda vieron como esta empezaba a hacer nudos de sí misma, se enredaba en un nudo ciego y cada vez que terminaba empezaba otro aun más apretado e imposible de deshacer. Al subir por el geiser cristalino vieron como reventaban las burbujas que daban nacimiento a mariposas monarcas que empezaron a llenar y revoloteaban toda la caverna. Al regresar al castillo escarlata veían como este temblaba de manera acelerada y poco uniforme, un comportamiento ciertamente extraño que nunca habían presenciado. Noticias de todas las granjas de robles curvos delgados eran transmitidas por todas las ciudades de como estos habían sido congelados por una onda frigia que provenía de la tierra inexplicablemente y se mantenían cien por ciento perpendiculares al suelo, un evento nunca antes captado. Las extensas fabricas de telas del mundo presenciaron como todos sus telares eran tensados de un momento a otro.

Deje de ver los astros, pero fue cambiado por el sabor de la sal marina empezando a recorrer mi boca y la corriente de aire que circulaba mi oído ahora envolvía mi nuca y acariciaba suavemente mi corto pelo.

Pude sentir como el tiempo se alentaba y el espacio se deformaba, fueron solo unos momentos, pero pude comprender el cómo Einstein había llegado a descubrir la relatividad del tiempo y lo maldije al mismo tiempo que le agradecía. Fue en este momento que ese frio de tundra por fin abandono mi cuerpo y solo quedo esa sensación de calidez llenando mi cuerpo. Pronto mis ojos entendieron que no tenían capacidad suficiente para ver y serian de mas utilidad si las tinieblas los cubrían así que decidieron bloquear la entrada de luz, tras perder esta quedaron asombrados porque dejaron de ver una parte del volcán pero pudieron observar todas las estrellas existentes en el vasto universo, pero mi cachete izquierdo y parte de mi labio seguían sintiendo las excavaciones paulatinas que provenían del volcán, por un segundo pensé que emitirían un calor insoportable, pero solo cargaban con la misma sensación cálida que había conquistado mi cuerpo. El salado sabor que invadía todas las regiones de mi boca mientras por el oleaje de ese controlado mar se movía suavemente una manada de delfines que exploraba curiosa mi cavidad bucal mientras conocía con cierta timidez a mi lengua.

El tiempo pasaba, segundos transformados en días, años transformados en siglos, milenios transformados en eones. Vi explotar al sol y que se transformarse en una enana blanca. Andrómeda colisiono con la Vía Láctea y vi formar constelaciones que ningún humano hubiera soñado. Atravesé el universo de estrellas muertas mientras veía como se escapaban las ultimas sub partículas en camino al perfecto equilibrio de la máxima entropía universal y para mí el tiempo siguió corriendo mas allá de la misma existencia. Las hojas se separaron de mis labios y mi recorrido por la vida del universo fue encapsulada en tan solo un par de segundos. Hubo un ruido blanco y una luz segadora por una milésima de segundo y volví en mí y a la ahora levemente más brillante realidad. Vi su rostro pálido adornado por dos pequeños pómulos coronados por unos cachetes tintados por una fresa que camino dejando correr suavemente su pincel sobre ellos. Por fin mi cuerpo y cerebro entendieron lo que habían experimentado.

Revivieron de la muerte prematura tras sentir esa enigmática energía que da vida sin ser una fuente que la ciencia haya podido definir, aquello que ni siquiera el más grande filosofo a tenido el valor de pensarlo y definirlo, esa moneda que los economistas nunca pudieron valorizar y que los médicos no podían encontrar tras haber disecado tantos millones de cuerpos, solo los más alocados y desquiciados la habían nombrado.

Había por fin llegado la semilla de eso que llamaban amor.

Ideas breves de media nocheWhere stories live. Discover now