Vivo en la calle.

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Nací en abril, junto con cuatro hermanitos. No tengo padre, y mamá nos cuida como puede. Vivir en la calle no es fácil, pero te hace fuerte. Mamá dice que en la calle hay dos bandos: vencedores y vencidos. A lo largo de mi corta vida he visto muchos vencidos: apaleados, drogados, violados, torturados,...

De los cinco que éramos sólo quedamos Alice y yo, Alvin. Mis hermanos murieron presa de la enfermedad y el hambre, pues Amelia no pudo darnos todos los cuidados que precisábamos.

Pero no todos sucumbieron. A mi hermana Alice y a mí nos secuestraron. Recuerdo que hacía muy buen tiempo. Estábamos jugando en un parque, en el césped. Habíamos bebido mucha agua de una fuente para calmar el hambre y aún así, nuestras tripas dolían.

Entonces un chico, de unos 25 años, nos ofreció comida. Nos secuestró y nos encerró. Alice era más confiada que yo y, presa del miedo, se quedó quieta. Tuve que ver cómo la torturaban, le rompían los huesos y ultrajaban su cuerpecito. La dejó rota por dentro. Lo peor no fue ver toda esa sangre que salía de sus orejas cortadas, sus ojos quemados, patas quebradas, o de sus entrañas.

Lo peor fue el olor a descomposición de su cuerpo roto, sus gritos mudos porque le habían cortado la lengua y yo,... yo como un asqueroso cobarde paralizado de terror viéndola morir sabiendo que sería el siguiente.

Mientras Alice agonizaba en el suelo, ese monstruo me cogió por el cuello y con unas tijeras sucias con la sangre de mi hermana, me cortó las orejas. Grité de dolor hasta que mi garganta escoció. Me pegó muchas patadas y, de repente, todo se quedó negro.

Desperté junto al cadáver de mi hermanita lleno de moscas. La gente pasaba, nos miraba con asco, como si fuésemos una basura más junto al contenedor. Veía borroso con un ojo. No sé si porque la sangre lo nublaba o porque estaba dañado por las patadas. Mi otro ojo había perdido la visión. Ante la insensibilidad de la gente me dejé morir. Recordé a mi madre: "Vencedores o vencidos".

Calor, Agujas. Cables. ¿Todavía no he muerto? Gente extraña. Ropa extraña. Olor extraño, fuerte. Palabras. Sonaban dulces y melódicas. Sentí paz. No sabía qué me habían hecho, pero intuí que mi anterior vida había terminado. Cerré los ojos, aliviado.

_Desnutrición, deshidratación, anemia, leucemia, tuerto y desorejado. ¿Quién lo va a querer? _Escuché.

_Encima es negro_ Dijo otra voz.

_Yo lo querré_ Escuché una tercera. Sonaba algo aguda; era una niña.

_Alba, cariño, ¿Estás segura? Mira cómo está, hecho un cuadro el pobre.

_ Mamá, claro. Él está roto, como yo. ¿Quién lo va a querer si no? Lo rescatamos para hacerlo feliz.

Abrí mi único ojo. Miré a esa niña y me pareció una princesa sentada en su trono con ruedas. Pensé en mamá, y deseé que ella también tuviese mi misma buena suerte. También pensé en mis hermanos y en todos los callejeros que sufren día a día por mantenerse con vida. Dediqué mis pensamientos a los abandonados. Aquellos que fueron un capricho y después, por una alergia, un aumento de familia o por no superar sus expectativas son tirados a la calle. Esos son los primeros en caer, los primeros vencidos. Nadie es consciente de todo lo que sufrimos. Para la mayoría de los humanos somos un despojo, un estorbo, una basura. Qué desgracia es nacer gato.

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⏰ Last updated: Aug 30, 2022 ⏰

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