Ser solo amigos es frustrante

1.1K 25 135
                                    

N. de la A.: ¡Sean todos bienvenidos a un nuevo capítulo!

El día de hoy sufrí un serio retraso debido a graves incidentes ocurridos en mi país, Chile. Es por ello que debí publicar mucho más tarde, pero aquí estamos xD siento que siempre digo lo mismo XD jajajajajajaja.

Amiga Saturnine Evenflow: ¡te quiero mucho! Hanamichi y Sendoh en este capítulo son dedicados a ti :')

Si ven algún error, no se preocupen, será corregido en las próximas horas. Esto me pasa porque suelo escribir de noche xD y corregir de día T_T jajajajajaa.

Disclaimer: Los personajes utilizados aquí son propiedad de Takehiko Inoue. ¡Gracias por dibujar y escribir una historia tan hermosa!

.

.

Ser solo amigos es frustrante.

—¡Hanamichi-kun! ¿Viste eso? ¡Ganamos! —Nanami llegó casi al trote a donde había visto sentado a su amigo pelirrojo—. ¿Hanamichi-kun?

Pronunció el nombre de Hanamichi unas cuantas veces más, hasta convencerse de que no se encontraba allí. Las butacas estaban vaciándose de personas desde hacía un buen rato.

«¿Habrá ido al baño?», pensó confundida. Era posible, puesto que lo sorprendió a mitad del juego bebiendo una soda extra grande. Claro que no se lo pensó mucho, siendo tan alto necesitaba mucha más hidratación que ella.

Recordó haberlo saludado agitando los brazos, y él respondió matándose de risa. No sabía la razón, pero también rio.

«¿Dónde estará?». Los minutos seguían corriendo y su amigo no regresaba. Nanami se quedó sentada en el lugar que Hanamichi había ocupado, balanceando las piernas como una niña pequeña.

—¿Qué haces? —le preguntó Nakajima acercándose. Tenía una toalla en la mano con la que se secaba el sudor del rostro y el cuello, que caía casi a chorros luego de noventa minutos corriendo alrededor de la cancha de fútbol.

—Esperar a Hanamichi-kun. Pensaba que fue al baño, pero no ha vuelto...

Nakajima hundió la cara en la toalla gruñendo disconforme.

—Realmente no te enteras de nada —espetó. Nanami dio un respingo, luego se volteó hacia él—. Ese amigo tuyo es el que está lesionado de la espalda, ¿no? —La muchacha asintió—. Y dime, ¿no se te ocurrió pensar que era una pésima idea hacerlo venir?

—¿Por qué? ¡Yo solo quería que se distrajera! —exclamó a punto de lloriquear.

Nakajima dejó caer sus nudillos sobre la cabeza de Nanami para llamarle la atención y evitar que empezara con sus berrinches de niña malcriada.

—No dije que hayas actuado de mala fe, mánager. Pero está muy claro que no te pones en su lugar.

«Que no me pongo en su lugar...», repitió en la seguridad de sus pensamientos. No comprendía bien a qué se refería el capitán del equipo de fútbol, pero era claro que se estaba perdiendo de algo muy importante.

—Vamos con los demás.

—¡Nakajima-kun! Dime qué es lo que no entiendo, por favor... —le rogó tironeando su camiseta empapada de sudor.

—Si fueras tú... si tú jugaras fútbol con nosotros y por tu rodilla —apuntó hacia ella con el mentón— no pudieras participar del torneo, ¿cómo te sentirías de ver al equipo triunfando sin ti?

Melodía de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora