Capítulo 1

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     Las estrellas son preciosas, desde aquí, puedo ver la constelación de Orion. Alzo mi brazo. Parece que mi mano puede tocar las estrellas. Siempre me ha gustado esa sensación, hace como si volviera de nuevo a mi pasado y recordara todos esos días, en los que papá y mamá eran felices y yo, una mocosa inexperta del mundo, creyendo que algún día podría volar y tocar el cielo nocturno. Por desgracia, el destino, junto con la realidad, es cruel. A medida que vas creciendo, vas perdiendo toda esa inocencia que tenías y, te das cuenta de que el mundo no esta tan bonito como se dice. Vale, quizá esté exagerando porque, es cierto que la vida tiene muchas cosas bonitas, como por ejemplo, este mismo momento. Ahora mismo, a pesar de estar congelada y tirada en el suelo, estoy feliz. Me siento llena y libre observando las estrellas. Claro que, al mirar con más precisión mi muñeca, veo el reloj. Ya casi llego tarde a clase. Que asco. . . Y por esto mismo, odio que la vida te haga este tipo de cosas típicas. Parece que dice : "¿Estás disfrutando? Bien, porque ya has tenido tu momento de gloria. Gracias y Vuelve mañana". O, lo que sería lo mismo, todo lo bueno se acaba pronto.

     Me levanto con cuidado de no pincharme, no se sabe que pinchos pueden haber caído de los árboles, además ya experimenté el dolor de esos pinchitos y no es que fuera muy agradable. La herida que tuve, se me infectó y mamá se puso muy enfadad conmigo por haber ido al bosque sola. Me dijo que no lo volviera hacer. . . Pero en fin, aquí estoy. Ojos que no ven corazón que no siente. Después de todo, soy yo la que tiene que pasear al perro todas las mañanas a las siete.

     Me sacudo el pantalón y los hombros. Noto que me he quitado un peso de encima. Hace un momento creo que estaba llena de tierra, quizá deba cambiarme de nuevo la ropa en cuanto llegue.

     Llamo a mi pequeño perro mestizo en la oscuridad del denso bosque. No parece que se haya alejado demasiado, es más, nunca lo hace, es demasiado asustadizo como para alejarse de mí. A veces me entran ganas de estrangularlo por sus estúpidos miedos (a la batidora, al agua, a las ratas del sótano, . . .), pero es igual, aún así, lo sigo queriendo. Supongo que es así lo que sientes por una persona que llevas demasiado tiempo con ella. . .

     Cuando desperté de mis pensamientos, escuché las pequeñas pisadas de mi perro dirigiéndose hacía mí. Y entonces, por los pequeños rayos de la luna de otoño, le vi. Como siempre, volvía lleno de hojas y jadeando de modo que parece que está esbozando una amplia sonrisa.

     Me agacho, le ajusto su correa, y le quito toda la porquería que tiene encima. "¿Dónde te meterás pequeño?" - me digo a mí mismo en mis pensamientos con una voz dulce, como si él fuera a saber lo que estoy pensando. A veces me siento estúpida haciendo eso. Supongo que lo sigo haciendo por costumbre.

Me levanto y antes de irme hacía mi rutina cotidiana de todos los días, siento que una ráfaga de viento me lleva hacía el interior del bosque. Verdaderamente me gustaría seguir andando y dejarlo todo, pero no puedo 

 - Quizá, algún día. . . 

     Dentro de casa todo es más calentito, aunque oscuro, como todas las mañanas. Nada más quitarle el collar y correa a mi perro, se ha ido directamente hacía la cocina para beber agua de su pequeño cuenco. Yo mientras, voy hacía el salón por el pequeño pasillo oscuro hasta que giro hacía la derecha, donde la puerta del salón está abierta, como siempre.

     Lo que pensé, mi madre está bebiendo su café de todas las mañanas y hablando con mi hermana pequeña mientras esta, ve las noticias de la mañana. Como de costumbre, no se han dado cuenta de mi presencia allí.

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⏰ Última actualización: Nov 04, 2014 ⏰

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