A lo largo de mi vida, se ha vuelto una costumbre el que nadie espere nada de mí.
Al menos nada "grande" u asombroso... Dicen que tu origen, las circunstancias inclusive de dónde, cómo y cuándo naciste, delimitan tu futuro.
¿Y qué tengo yo? Bueno, para empezar... Una familia inmigrante, en busca de oportunidades, por lo que obviamente, mi cuna no estuvo ni de cerca ser de oro.
Dicha familia, era disfuncional, como cualquier otra... Quizás tal vez un poco más, un padre refugiado en la bebida, con complejos, con remordimientos, con frustraciones... Jamás llegó a ser lo que quiso u imaginó...
Por otro lado, una madre abnegada, que sin bien fue la única que me brindó amor sincero hasta cierta edad... O al menos, así lo sentí. Se encontraba limitada por su situación social, puesto que no podría aspirar a lo que gran número de mujeres pueden ahora, en este siglo.
Así que sí, hizo lo que pudo, luchó cuánto pudo y aún qué eso brindó una pequeña estela de luz en nuestra oscuridad... No fue duradera, al menos no tanto como se hubiese querido o necesitado...
Por lo que desde entonces mi vida estuvo limitada por las carencias... Se supone me esperaban con amor y anhelo... Sería lo luminoso en su vida gris... Sería perfecto... Pero toda esa ilusión, desapareció el día en que nací...
Ese día, mi padre estaba fuera de casa en algún bar o parque, quién sabe. Mi madre aguardaba su regreso en casa, sufriendo por las contracciones... No estuvo a su lado cuando finalmente, di mi primer respiro en este mundo, tal vez eso fue bueno...
No fui lo que él esperaba... Conforme crecí, las diferencias eran claras... Era más pequeño de lo normal, más delicado de lo normal... Vaya, todo en mi gritaba prácticamente "anormal" y consecuentemente, problemas... Problemas para los cuales no existía el dinero suficiente, ni tiempo para cuidados u ambos para tratamientos y/o medicinas.
Realmente, fue un milagro que yo logrará sobrepasar con vida, la edad de 4 años... Más aún llegar a la adultez, cuando quedé completamente por mi cuenta en este mundo, uno en el cual todos me veían con lástima o rechazo.
Fue un milagro encontrarte, un rayo de luz en mi mundo gris... Siempre creí que ello era mi motivo en la vida, para seguir aquí. Creí que lo nuestro sería diferente, creí que de verdad tenías fe en mí. No me importaba lo que el resto del mundo pensará o dijera, solo importabas tú y esta oportunidad de estar contigo, hasta el final de mis días.
Pero al final... Al final resultó que todo lo de allá fuera, era cierto... Al parecer, jamás seré lo suficiente para estar a tu lado, para merecer tu amor y tu fe en mí...
Y eso es lo que más duele, tus palabras despreciando lo que soy o lo que hago, duele porque ahora han salido de tu boca, lo has pronunciado con tus labios; esos que alguna vez sonrieron y me besaron. Lo dijiste sin ninguna duda, lo afirmaste, me subestimas... Todo mi esfuerzo de meses u años no importa, es como si fuesen cenizas...
No crees que sea capaz de algo más... Todas esas palabras que alguna vez dijiste acerca de que yo podría ser algo más... Que mi origen no tenía por qué definir mi presente o futuro, fueron mentiras... Me diste la ilusión de algo que ni siquiera existe o crees...
Bajar de esa nube, tan súbitamente, ha sido doloroso. Me he dado cuenta que no tengo a nadie, te dediqué todo y alejé a los demás. Ahora me siento perdido, sin rumbo, sin esperanza...
Todo mi mundo se cayó y ni siquiera sé por dónde debo comenzar a reconstruirme o si quiero hacerlo.