DULCE O TRUCO

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Dulce o truco

Teresa esperaba ansiosa cada octubre, Halloween y su víspera tenían algo que le encantaba. Es como si el pueblo aburrido donde vivía, de repente se cargara con un ambiente distinto, de magia y travesuras. Siempre le habían gustado los sustos, esconderse en una manta blanca para asustar a su hermana Pam era uno de sus favoritos; verle la cara desfigurándosele de terror la divertía. Teresa y Pamela eran mellizas, cualquiera diría que compartían una conexión especial, estar en el mismo vientre por 9 meses tendría que dejar alguna similitud, sin embargo lo único igual entre las dos era el chocolate de sus ojos; eran lija y terciopelo, Y si, nuestra querida Ter era la lija. Le encantaban los juegos de pelota y coleccionar insectos extraños, se sentaba sin delicadeza y hablaba con la boca llena, era una niña hermosa, los bucles de su cabello rojo brillaban con el sol y sus pecas la hacían ver más vivaracha. No obstante la ternura que desprendía Teresa era un envoltorio que escondía ciertas cicatrices que eran muy profundas para una niña. Con un padre golpeador, una madre casi ausente y una hermana que no la soportaba, se sentía consumida por su inestable ambiente familiar, y el mundo de magia y travesuras que inventaba en su cabeza ya casi no era suficiente para resguardarla del maltrato y los golpes.
Un día al llegar de la escuela, no encontró a nadie en casa, sorprendida de no encontrar a su padre borracho en el mueble de la sala se dispuso a buscar arriba, pero no encontró a nadie, ni siquiera a su hermana que siempre llegaba algo más temprano que ella. Imaginó que había ido a jugar con una de sus amigas, y aunque no le gustaba estar totalmente sola, se sintió aliviada porque quizá por una hora se libraría de gritos y regañinas innecesarias. Usaría el tiempo a solas para terminar de decorar su disfraz de fantasma que usaría para celebrar Halloween en la escuela, un par de ojos de cartulina negra y estaría más que perfecto. Fue hasta su habitación y buscó la manta blanca y los ojos de cartulina, pero se acordó que el pegamento estaba en el sótano junto con las cosas que usa su madre para hacer manualidades. Se lo pensó largamente, el sótano era su lugar menos favorito, a pesar de que disfrutaba de lugares que otros llamarían atemorizantes, el sótano le daba miedo; las escaleras chirriantes, el olor a humedad y la bombilla titilante era el conjunto perfecto para hacer que un lugar fuera malvado. Intentó llenarse de valor, de cualquier manera necesitaba ese pegamento. Bajó hasta encontrarse con la puerta del sótano, respiró todo el aire que pudo y lo soltó lentamente. Tomó el pomo de la puerta y lo giró, y el quejido particular de bisagras secas y oxidadas le erizó los vellos del cuerpo. Se echó algunas porras -Tú puedes Teresa, tu puedes- y continuó. Prendió la bombilla y está de inmediato empezó a titilar y la escalera a crujir la madera cuando dio el primer paso, lentamente bajó, imaginando que en los espacios entre los escalones podría una enorme mano huesuda agarrarle el tobillo; difuminó ese pensamiento lo más rápido que pudo y siguió su camino hacia abajo. Reconoció el tarro de pegamento en una de las repisas, y se apresuró para ir a tomarlo, respiró aliviada cuando por fin lo sostuvo ya que su padecimiento acabaría pronto. Pero de improviso un aire helado la sobrecogió, y Teresa tuvo que soltar el tarro para poder envolverse en sus brazos; escuchó una risa burlesca detrás suyo y se petrificó en el acto. Lo supo desde que se dio cuenta que tenía que bajar al sótano, todo era una mala idea; lentamente giró sobre su eje para encarar lo que sea que la estaba mirando y apenas lo hizo el corazón empezó a latirle desbocado. Era una bestia inmunda la que le regresaba la mirada, una cabra con ojos inyectados de sangre, con un par de cuernos grandes y puntiagudos y la sonrisa más torcida y malvada que haya visto jamás. Ter empezó a temblar y si hubiera tenido la orina suficiente en su vejiga se habría echo pis sobre su overol azul, entre tartamudeos producidos por el pánico le preguntó quien era, y la bestia respondió moviendo la cabeza hacia un lado como si fuera un movimiento involuntario producido por la curiosidad. La niña volvió a dirigirse a ella con más propiedad -¿Qué eres?- y la bestia afilando los ojos le preguntó -¿Dulce o truco?- Teresa no entendía, si acaso le quería poner una prueba o si en realidad le estaba pidiendo dulces, y al ser una nena curiosa por naturaleza y a pesar del temor que ya estaba reposando, reposandió, -¿Qué? ¿quieres dulces? Aquí nunca hay dulces, sólo cuando Pam los pide- la bestia volviendo a mover la cabeza hacia un lado y repitió la frase,
-Niña ¿Dulce o truco?- Teresa empezaba a desesperarse un poco, toda la situación era ilógica, y la verdad no tenía idea de que podía querer la bestia. En un movimiento poco premeditado, volvió a dar otro paso, como si la bestia con todo y su horror la atrayera hacia si. Esta al verla moverse más pero sin responder, procedió a decir. -Quiero saber si la niña quiere dulce o truco, es un juego muy divertido, si quieres un dulce te daré uno y si quieres un truco haré algo sorprendente. Ter, un poco más confiada se anima a preguntarle si todo es una trampa y si quiere hacerle daño y la bestia le contesta que sólo quiere jugar porque se siente sólo en el mundo de las bestias que viven en los sótanos. Teresa se sorprendió, sospechaba que los sótanos de las casas eran raros en si mismos pero no que pudieran vivir bestias en ellos como si eso fuera una propiedad natural de esos cuartos. Decidió jugar, después de todo, la vida entera la había pasado deseando que le pasará algo especial. Se decantó por un dulce, y la bestia complacida de que confiara en ella, le dio un caramelo de limón, el favorito de Teresa. La bestia al verla comer el caramelo se sentió aún más agusto y Ter al verla sonreír de manera más normal, se sentó con confianza en el suelo frío para seguir conversando con su nuevo amigo. Entre preguntas curiosas y algunos cumplidos la cabra tenebrosa le dijo que le regalaría otra oportunidad,
-¿Dulce o truco?- ella ya quería ver algo sorprendente e ingenuamente eligió truco, la bestia se paró en dos patas y profirió una palabras inentendibles a los oídos de Teresa y de inmediato tres caras sangrantes se asomaron por el pecho y el estómago de la bestia. Ter lanzó un alarido lleno de pánico y se encontró anonadada reconociendo a las caras de su padre, madre y hermana. La bestia reía y la niña había trastabillado un poco hacia atrás. -El truco más sorprendente, te he liberado de una horrenda familia-
Ter saltó en su cama sudando frío y con el corazón a mil, se dio cuenta que todo era una pesadilla y abajo escuchó a su padre llamarla a gritos y por un momento deseó volver a su pesadilla.

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⏰ Última actualización: Oct 22, 2019 ⏰

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