Él, siempre él. Cada vez que escuchaba una nueva canción en la radio, veía caer una hoja e incluso escuchaba a su profe de filosofía hablar, él se infiltraba en su cabeza.
Fortuna, que era el tipo de niña que prefiere quedarse callada en clase, había sufrido las consecuencias de la vida cruel. Sin poder anteponerse al destino, había visto cómo el ladrón de su corazón se marchaba de la ciudad y se iba a vivir muy lejos.
Y ahora qué haré para olvidarlo, solía susurrar ella. Recordar los momentos felices que había vivido junto a su lado resultaba una tortura. Fortuna vivía sufriendo.
Un día de primavera, mientras caminaba por la calle, se sorprendió al verlo en la otra vereda. Allí estaba él, tan lindo como siempre lo había estado, con una guitarra enfundada en su espalda y con un cigarro en la mano.
Tan rápido como reaccionó, le gritó "¿Me recuerdas? Kiko, ¿te acuerdas de mi?" y corrió a su encuentro. Lo tomó de los hombros y lo sacudió con locura.
Lo amaba, lo amaba tanto, y ahí estaba, frente a sus ojos otra vez. Fortuna se acercó más a su hermosa cara, cerró los ojos y siguió acercándose esperando a que sus labios se encontraran con los de ella.
-¿¡Qué estai haciendo, loca?! -exclamó el sujeto en un decibel muy alto, mientras empujaba a la chica-.
Fortuna, que se había caído del empujón, lo miraba con lágrimas en los ojos. No era él. Era otro.
Era otro hombre, seguramente uno menos talentoso, menos hablador, menos rubio, menos inteligente, menos sensible, menos culto, menos artista, menos bohemio, menos soñador, en fin, menos especial.
Ese nuevo chico, que la vida le trajo, no era quien ella esperaba. Y secando el agua de sus mejillas, ciertamente agradecida con el azar que la hizo feliz por unos segundos, se levantó a seguir sufriendo. A seguir esperando al adecuado.
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fortuna
Short StoryEstoy aburrida así que escribo historias con un poco de realidad y un poco de exageración. Amor y paz.