I -- α ɗяєαຕ...

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En donde no se sabía donde, ni el lugar ni siquiera en que año, un colegio en la mañana, en la hora del receso donde los niños, ya sean pequeños de nivel que acababan de entrar en el mundo escolar, de mediana edad donde empezaban a aprender o un poco más mayores donde estaban apunto de  irse hacía la secundaria, gritaban, jugaban y desayunaban sus distintas comidas hechas por sus padres, familiares, y algunos por sí mismos. 

Las personas hablando al rededor, los grupos donde quedan incluso fuera de la escuela que se resultan inseparables y juegan todo el raro quedándose en algún lugar en concreto siempre o por el contrario yendo a todos sitios y explorando cada día ese pequeño lugar, pero preferido por absolutamente todos menos para algunos niños que había en esa y en muchas más otras escuelas. 

Ese lugar en concreto, tenía un campo espacioso y grande separado por dos secciones, uno de baloncesto y otra de fútbol. Luego un pequeño espacio hecho por piedras donde estaban pintadas diferentes juegos de pisar la cuerda o tres en raya, donde en el lado donde estaba una pared blanca pero con diferentes manchas marrones de tierra, un apartado de agricultura, y pequeñas plantas donde había pequeños tomates pero sin madurar.

También tenía un pequeño ascenso, pero eso era un lugar para que los niños muy pequeños que acababan de entrar en esa nueva etapa de la infancia no se sintieran aplastados por niños de primaria y pudieran estar en un lugar tranquilos.

Todo estaba bien, o eso parecía a primera vista. Era una escuela normal, un patio normal, con muchos alumnos correteando, o eso era lo indiferente. Pero había personas allí, por muy pequeñas que fueran, que estaban algo excluidas de esa parte.

Rodeando los apartados para que los estudiantes de infantil y primaria mayoritariamente pudieran jugar a baloncesto y a fútbol, o simplemente hablar o sentarse en el piso, tanto por los lados como por atrás, unas gradas subían hasta un quinto escalón donde algunos se sentaban a ver lo que estaban haciendo los demás, a practicar, a estudiar, estar con demás amigos o compañeros, y diferentes temas.

Pero yo era una persona que siempre estaba en un lugar. Todos los días, esa chica, con el pelo color chocolate que llegaba hasta el asiento y seguía en el derramándose como si fuera una cascada que mantenía una sonrisa tranquila y unos ojos cerrados o abajados mientras dibujaba o escribía algo, o simplemente veía a los alrededores completamente sola, era yo.

Siempre me sentaba entre el final, en el cuarto o quinto escalón de la grada. No era muy popular ni tampoco me interesaba entrar a grupos y hacerme partes de ellos, realmente no me importaba la soledad. Bueno... Me importaba un poco. Pero desde luego no era buena socializando. Ni tampoco quería intentarlo, por pasadas épocas donde lo intenté y luego empezaron a burlase a mis espaldas sobre mi, y a sentir esas intimidan tes miradas recorrer mis espaldas por los pasillos.

Pero no quería problemas, ya tenía suficiente en casa. Así que en vez de hacerme más, mi mente decidió dejarlo tal que así, y hacer lo de siempre que he hecho hasta este momento. Sentarme, yo y mi cabeza absorta en mis pensamientos y en mi mundo donde solo hay un habitante.

Hoy iba a hacer lo mismo. La campana hace un minuto sonó, y todos los estudiantes estaban saliendo apresurada mente de sus aulas, incluido mi clase correspondiente. 

Yo... Bueno, uno de mis defectos es que siempre era la última en salir de clase porque me cuesta preparar las cosas, ya que normalmente siempre soy muy ordenada. Suavemente puse mi mochila en el asiento, la dejé allí para la próxima clase, y me fui cerrando la puerta del salón. Claramente estaban las chicas que siempre me molestaban porque en casos muy extraños hablaba con ellas, murmurando cuando pasaba, pronunciando mi nombre creyendo que no me enteraba una y otra vez, pero no me iba a entristecer, o al menos no lo iba a mostrar.

El Final Del Hilo [His. +12]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora