Recuerdo exactamente el momento en que la miré por primera vez, el 18 de Septiembre de 1983. Caminaba por el campus de la Universidad de Cambridge, iba saliendo de un salón de la escuela de Física donde acababa de impartir la clase de Física Cuántica como parte de mi servicio social por ser estudiante de doctorado. Mientras mi cabeza seguía pensando en la constante de Planck y en las longitudes de onda, me fue imposible no mirar esos ojos azules, tan intensos que te recuerdan la primera vez que viste el mar cuando eras niño. Como buen estudiante de Doctorado en Ciencias, tímido por naturaleza, no tuve el suficiente valor para acercarme, simplemente me quedé pasmado con la imagen de su rostro dando vueltas en mi mente al mismo tiempo que mis pies tropezaban con una piedra que no vieron mis ojos. Me levanté rápidamente intentando pasar desapercibido, pero me di cuenta que mi intento había sido fallido cuando vi dos o tres personas riéndose con mi accidente.
Llegué a mi dormitorio, recuerdo que la rodilla me dolía. Me quité cuidadosamente el pantalón y pude ver una raspadura. Con cuidado tomé un poco de algodón y una botella de alcohol que se encontraban sobre mi cómoda (no era la primera vez que algo así me sucedía), y con cuidado destape la botella. El olor del alcohol, tan penetrante y rasposo, me hizo recordar que debía preparar el tercer capítulo de mi tesis, y mientras pensaba en esto limpiaba mi herida. Era una herida grande, tenía un pequeño hueco al centro que dejaba vislumbrar que había caído sobre una piedra, la sangre corría en dos hilos por mi pierna y yo no pude más que poner sobre ella el alcohol, lo que me hizo cerrar los ojos y apretar los dientes con fuerza. Al cabo de 30 segundos, tiempo que por el ardor me parecieron 10 minutos, retire la presión que aplicaba y limpié los restos de sangre que había sobre mi pierna.
Sin vestirme, caminé a la pequeña alacena que había en el desordenado cuarto y tomé un jugo de manzana, lo destapé con cuidado y abrí la computadora portátil que estaba sobre mi escritorio. Al pasar mi dedo por el teclado apareció frente a mí el documento que llevaba 3 años trabajando y que cada que lo veía me parecía igual al día que había comenzado. Por una extraña razón sentí la necesidad de leerlo todo, esas 50 páginas que hablaban de la teoría atómica, las cuales tenían como fin demostrar propiedades del átomo que hasta ese momento nadie conocía pero yo estaba seguro que podían dar un giro de 360 grados en la ciencia.
En las primeras páginas comencé a leer la teoría atómica de Rutherford, un científico que propuso en el año de 1911 un modelo atómico o teoría de la estructura interna del átomo. Su investigación se basaba en que el átomo estaba formado por dos partes, la “corteza” que estaba constituida por todos los electrones girando a gran velocidad alrededor de un núcleo que concentraba toda la carga positiva y la mayor cantidad de masa del mismo. Unas páginas más adelante se explicaba el modelo atómico de Bohr, un científico danés que en el año de 1913 hablaba sobre la cuantización de la energía, y mejor aún, explicaba que los electrones se encuentran en órbitas estables alrededor del núcleo. Además consideraba que los átomos presentan un espectro y agregó a su explicación el efecto fotoeléctrico explicado por Albert Einstein en 1905. Más adelante se plasmaba el modelo atómico de Sommerfeld el cual perfeccionó el modelo atómico de Bohr con la ayuda de la teoría de la relatividad de Einstein. En su modelo, el físico alemán agregó tres puntos importantes al modelo que lo antecede: que los electrones giran en órbitas circulares o elípticas alrededor del núcleo, que a partir del segundo nivel energético existen 2 o más subniveles de energía y por último que el electrón es una corriente eléctrica minúscula.
Después de haber leído por más de dos horas, me di cuenta que no necesitaba releer todo el texto para recordar todo lo que ahí estaba escrito, ya que toda mi vida me había dedicado a esto y nada más que a esto. Bajé las páginas con prisa hasta llegar a la última hoja de aquel documento, oprimí varias veces la tecla “Enter” del computador y llegue a una nueva hoja.