Apuré mis pasos, queriendo alcanzar a ese chico que sería mi puente. Estaba nervioso, no sabía cómo saldría, y pensar en que Manuel podría enterarse me asustaba. Cuando me miró llegando a su lado, le sonreí amistoso; tenía que ganármelo.
-Cachita, tanto tiempo. ¿Cómo estuviste?- No era mi intención decirle lo que quería de una, aunque quizás hacer como si me importara su vida no era una muy buena idea.
-Al punto, Mateo.- Tragué saliva.
Ya fue.
-Haceme la gamba con Vainstein.- Solté impulsivo. Él levantó las cejas, para después reírse.
-Nunca pensé que le pedirías ayuda a alguien.
-¿Q-qué?- Fruncí el ceño, necesitaba que se explique mejor.
-Todo el curso sabe que morís por él.
Nunca había sentido algo similar a lo que estaba sintiendo en ese momento, había sido descubierto. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿No fui lo suficientemente cuidadoso?
-Hasta el mismo Manuel lo sabe.
Ahora si estaba acabado.
Mi corazón latía con rapidez y mis manos sudaban. Bueno, eso era lo físico; mi mente parecía un caos eterno, no podría ponerlo en palabras. Quería salir corriendo y nunca más volver.
-¿Y q-qué tengo que... hacer?- Pregunté como pude. Al menos tenía que encontrar una solución.
-Bueno... igualmente puedo ayudarte, sólo que vas a tener que hacerme un favor.- Asentí sin darle mucha importancia, después tendríamos tiempo para hablar de aquello.
-Ajá, ¿pero qué hago?
-Em... ¿vivimos cerca, no?