Capítulo único

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~Este fic se adhiere a la consigna de #SAOF_aniversario, aunque no participa del evento. La única finalidad es celebrar la fecha importante de la OTP.

~Temas usados: *Perdí el anillo y no sé que hacer / *El regalo perfecto.

| Especial |

Ni siquiera sé como ocurrió, ni cuándo...

Contemplo mi mano desnuda y quiero morir. ¿Dónde habré dejado la alianza? Si Kazuto-kun se entera de esto, seguramente se desilusionaría de mí. Normalmente es él quien suele hacer una tontería de estas... Pero ahora... Dios, siento tanta vergüenza y decepción.

La alianza que él me obsequió cuando aun estábamos en secundaria. En ese entonces, el fiasco de Ordinal Scale fue un especie de espectro que amenazó con ponerle un tope a nuestra relación. Pero Kazuto-kun tomando el papel de héroe anónimo, titulo del que siempre ha renegado, salvó el día, coronando su acción heroica con la entrega de aquel anillo bajo una lluvia de estrellas, y la silenciosa promesa de que sería suya, así como él era mío. Era mi mayor tesoro, el recuerdo de que siempre, pese a todo, pese a todos los mundos virtuales que puedan erigirse entre nosotros, siempre habríamos de encontrarnos y amarnos. Porque nos pertenecíamos el uno al otro.

Y sin embargo... ni siquiera soy capaz de recordar en qué momento ese anillo decidió abandonar mi dedo anular. O bajo qué circunstancias ocurrió aquello... cuando no suelo quitármelo en ningún momento para evitar justamente que se perdiera.

Y si no fuera por el depediente que me ayudó a cargar los víveres y se puso a tontear sobre mi estado civil, soltándome algunos piropos ridículos, nunca me hubiera enterado. Como si fuera una acción realizada hasta el cansancio, exhibí mi mano izquierda para que fuera evidente la señal de que ya tenía dueño, y entonces lo descubrí: mi dedo desnudo, sin su usual armadura dorada. El galán creyó que estaba alimentando sus esperanzas, así que opté por ser más severa y literalmente mostrarle una faceta de mi personalidad de reina de hielo. Lo envié de vuelta a la tienda con el rabo entre las piernas.

Aventé las compras, apenas llegué al departamento que compartía con Kazuto desde hacía un par de años. Corrí hacia nuestra habitación y aunque la cama estaba en orden, de un arranque de desesperación quité las sabanas, mantas y almohadas mandando todo al suelo, buscando mi preciado tesoro. Nada.

Fui hacia el baño, convencida de que seguro me había levantado dormida y cuando me metí a la ducha me lo quité para no arruinarlo. A veces lo hacía, pero luego volvía a ponérmelo apenas salía. Pero en las orillas del lavabo no había nada circular ni dorado.

Me dirigía a la cocina, esquivando las bolsas que en mi loca carrera había soltado, desparramando los artículos en el suelo. Revisé los cajones, la mesada... Y nada. Hasta metí las manos en la basura con idéntico resultado.

Pero no me rendí, busqué con la velocidad de un ciclón por nuestra sala; revisé cajones, la biblioteca de Kazuto, los bolsillos de las chaquetas de calle ahí colgadas tras la puerta principal, y luego en los abrigos que guardábamos en el closet. Revisé armarios, cajoneras y todo lugar que pudiera resultar ridículo e interesante para perder o encontrar algo. Y no hallé nada. Nada. Nada.

Estaba empezando a sentirme frustrada y un absurdo deseo de tirarme al suelo y llorar se apoderó de mí... ¿Como pude ser tan descuidada? ¿Qué iba a decirle a Kazuto-kun apenas volviera esta noche de trabajar?

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