Hold on

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La guerra había sido dura, mucha sangre inocente había derramada, aún podía sentir el olor de la sangre quemada, la pólvora carcomiendo cada parte de su cuerpo, las pesadillas aún lo despertaban en la mitad de la noche con los gritos de sus centinelas, fue testigo de como los omegas habían sido asesinados, como sus alfas, amigos, hermanos habían luchado para poder obtener la tan ansiada libertad.

Nunca iba a olvidar el primer día en que lo vio, había sido como un suave bálsamo entre todo el terror que habían vivido, sus suaves manos habían acariciado sus heridas más profundas, pero aún en la inconciencia se había dado cuenta que era él. Se había sentido el alfa más afortunado de poder encontrar a su otra mitad, su lobo había aullado de felicidad al poder sentir su alma partida unirse a él. Podía recordar sus ojos color magenta, sus cabellos cortos y de color crema, le gustaba sentir sus dedos por los cabellos y despeinarlos.

Su pequeño Yagura, era tan hermoso, cuando lo conoció supo que era su otra parte, simplemente lo supo, su corazón latió como si fuese la primera vez, su cuerpo se prendió al tan solo percibir el suave aroma a bosques.

Las noches eran largas y los días cansados, pero necesitaba estar de pie para poder controlar a sus centinelas, para poder cuidar a los omegas, para poder destruir a los nidos de vampiros y lobos ilegales. Aún la guerra no acababa, pero se sentía aún más cansado. Como si ya nada tuviera sentido en su vida.

Cada día que llegaba a oscurecer, intentaba aplazar la hora de ir a dormir, desde aquella vez, había odiado sentir la soledad de su habitación, el frio de las sábanas, su alma sufría al no poder volver a ver aquellos ojos magentas, no poder oír su hermosa y suave risa, sus pequeñas manos acariciándolo. Su pequeña pareja era todo lo que él podía desear.

El odio aún carcomía sus entrañas, los había odiado tanto, había odiado oír los gritos llenos de terror de Yagura cuando fue separado de sus brazos, partes de sus memorias de aquella noche habían sido borradas, pero el aroma que su omega había desprendido aún lo recordaba, las pesadillas aún le despertaban a mitad de la noche.

Solo podía quedarse observando el cielo cubierto de nubes plomizas, algunas estrellas tintineando, mientras la luna se ocultaba detrás del sombrío bosque. Podía sentir al grupo de centinelas cubriendo parte del territorio, muchos de ellos tenían por lo que luchar, cuidar a los cachorros y omegas que habían sobrevivido.

Caminó por los pasillos vacíos de su vivienda, era algo grande para compartirla en soledad, desde el primer día en que habían llegado a aquel punto del bosque, Yagura se había enamorado del lugar, le había pedido construirla en la altura de la colina, y él no le había podido negar nada, la construyó desde los cimientos, sus alfas y los otros jóvenes omegas que habían salido con él, también estuvieron de acuerdo en plantarse en el lugar.

La edificación contaba con dos plantas, construidas en forma horizontal, las altas paredes de vidrio y acero reforzado rodeaba la edificación con amplios balcones y demasiadas habitaciones, las salas comunes eran demasiados espaciosos, desde el primer día había decidido que prefería tener a sus centinelas cerca y a ellos no parecía molestarles la idea. Aunque ahora estaba pensando en construir algunas pequeñas casas al pie de la colina, para los jóvenes omegas y otros alfas que se unían a ellos.

Se detuvo al final de la escalera, observando la esquina de la sala de estar, donde le gustaba acurrucarse con su omega, mientras tomaba una taza de café y su pequeña pareja leía uno de sus libros de misterio, mientras sorbía su chocolate caliente. Su corazón se comprimió entre sus entrañas, y las ganas de dejar a su lobo salir y destruir todo se hicieron más fuertes.

Un leve gruñido salió de su pecho al sentir como alguien posaba su mano sobre su hombro, no le gustaba sentirse de aquella manera, tan vulnerable, tan roto. Rápidamente la mano se alejó de su hombro, Itachi. Su hermano y su alfa en segundo al mando.

-¿Qué pasa? -Su voz se había hecho más dura, más áspera, podía ver como los pocos omegas que había le admiraban, pero también le temían. Caminó hasta su oficina con pasos cansados, percibiendo como más pasos se adjuntaban a los de Itachi, necesitaba mantener su mente ocupada.

-Hemos encontrado otro nido. -Cinco de sus centinelas se encontraban de pie un paso detrás de Itachi. Fijó su mirada roja en los ojos de su hermano, su lobo rugiendo y rasgando la fina capa que divida su inteligencia racional con la animal.

-¿Dónde se encuentran los demás?

-Shino y Suigetsu se han quedado patrullando, Kakashi tuvo que ir con Obito.

-¿Cuándo partiremos? -Su hermano fijó su mirada sobre Gaara y luego regresó hacia su hermano, claro que era consciente de la preocupación que Itachi tenía sobre él, pero él no escucharía.

Muchos alfas no sobrevivían a la muerte de un compañero, muchos de ellos se quitaban la vida y él había estado tan cerca de reunirse con su pequeño omega, si no hubiese sido por su hermano.

-Pasado mañana. -Necesitaba salir lo más pronto posible, sintió como los demás salían de la habitación, pero Itachi aún se encontraba observándolo. Con aquella mirada tan serena, casi tan capaz de poder leer sus pensamientos.

-¿Qué es lo que necesitas?

-Quiero que Kakashi y Dan se queden. -Se puso de pie y caminó hasta observar como la noche había caído y como sus alfas cambian de puestos. Vio como Obito esperaba a Kakashi para abrazarlo todo lo que su vientre de cinco meses le dejara. -Son los más competentes para cuidar de la manada mientras no estemos.

-¿Qué harás?

-Necesito salir de aquí.

Itachi no dijo nada más, solo asintió. Podía confiar en él. Era su hermano, su mejor amigo y su confidente. Pero aún así no podía confiarle sus más profundos deseos. El deseo de poder seguir a su hermoso Yagura.



Carry you homeWhere stories live. Discover now