Capítulo 29

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El bebé de Sol no dejaba de mirarme desde su carriola, ubicada entre ella y yo junto a la mesa de la cafetería. Al menos no lloraba mientras lo hacía. Tenía ojos grandes pese a ser asiático, el cabello bien peinado hacia un lado y una cara en extremo pequeña que hasta ternura me provocaba.

Se parecía mucho a su madre; también a su tío.

No esperé encontrarme con ella pronto, pero acudí a su llamado en cuanto mi celular me mostró su nombre en las notificaciones. Quería verme, pues sabía que mi vida había sido de todo menos aburrida en estos últimos días.

Una semana antes terminé con la sesión fotográfica. Mi pago yacía muy cómodo en mi tarjeta y los aplausos y halagos no se hicieron esperar. Ese breve trabajo resultó exitoso; nadie podía eliminarme la sonrisa de la cara, ni siquiera ese bebé mirón que tanto regocijo me provocaba al estómago.

Sol-gi estaba contenta por mí. Me felicitó con la mayor de las sinceridades, deseándome futura prosperidad mientras las tazas nos calentaban los dedos.

La nieve caía con bastante tranquilidad allá afuera. No impedía que los transeúntes anduvieran como de costumbre sobre las calles, riendo, disfrutando u odiando el clima. Los establecimientos estaban abarrotados, eso sí, producto del frío y la necesidad de refugiarse.

—Deseo que puedas seguir teniendo grandes oportunidades. —De manera inesperada, me tomó de ambas manos, sobre la mesa.

Como un reflejo a su acción, intenté apartarlas. Sol no me soltó, de ninguna manera. Fue inevitable para ella contener la risa una vez que vio mi reacción. Acabó por soltarme a los pocos segundos, todavía con la curva alzada sobre los labios.

—¿Crees que los demás piensen que somos pareja? —comentó con atrevimiento.

Esta vez fui yo el que se rio. Aunque lo quise negar en nombre de una amistad que en realidad no se estaba fragmentando, asentí a modo de respuesta. Una carriola, un hombre y una mujer conversando, riendo juntos y tomándose de las manos... demasiado hetero normado y demasiado creíble para la gente de nuestro entorno.

—Todos lo creían, hasta que me vieron con tu hermano —contesté yo, a modo de burla y broma.

En eso no mentía. Casi todos los alumnos de nuestro instituto aseguraron que Sol-gi y yo teníamos una relación. Y si no era eso, que estábamos muy enamorados el uno del otro. Esos comentarios nos divirtieron bastante en su momento, más cuando no creían en nuestro pretexto de "mejores amigos", que no era más que una excusa real.

Sol-gi llegó a gustarme mucho, pero me gustó aún más su hermano. Eran increíblemente opuestos, pero ambos encajaban en lo que a mí me atraía.

Al girar la cabeza solo un poco para verificar si el niño aún me tenía en la mira, me sentí aliviado al toparme con que el sueño lo venció a saber desde cuándo. Aquel pequeño ser no molestaba en lo absoluto con berrinches o exclamaciones. Era callado, pero observador.

Si este niño —cuyo nombre poco recordaba pese a que Sol-gi me lo repitió bastante— pudiese hablar para describir todo lo que había visto, ¿qué diría?

Después de unos tragos en silencio para disfrutar del café y la calefacción, salió a flote el tema de Moon-jae. Me preguntó por él, cómo estaba y qué tan bien nos llevábamos ahora, tras casi tres meses de ser vecinos.

Aunque fue difícil hasta hacía relativamente poco, todo cambió. Ya no la pasábamos tan mal pese a que las malas miradas y ligeras discusiones siguieran ahí. Nos estábamos entendiendo de nuevo a través de las acciones, repitiendo lo que hicimos en preparatoria y forzando conversaciones decentes.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora