Jon Snow

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Las manos me sudaban, el corazón me latía con fuerza y mi pierna parecía tener vida propia, no dejaba de moverse contra la mesa.

Me ponía igual cada vez que sabía que la vería. Escuché a Missandei suspirar y cuando levante la vista me encontré con una mirada triste mezclada con un poco de lástima, una mirada a la que estaba acostumbrado.

-Drogo llegara en un momento por nosotros y de ahí pasaremos por ella.-

Ella. Mi corazón dio un pequeño salto.

-No quiero ir.-

-Pero iras de todos modos- dijo ella, no como una orden ni como una pregunta, si no como algo que sabía que sucedería.

Por eso estaba aquí para un poco de apoyo moral, para no dejarme caer.

Desde el primer momento ella se había dado cuenta de todo y había estado a mi lado, ayudándome a soportar todo esto.

-¡Esto es ridículo!- dijo ella, frustrada, molesta.

-¿Es ridículo que intente ser leal a mi amigo?-

-Esto te esta matando, Jon.- dijo ella, un poco mas suave.

-¡Pero ella es feliz! Él es un buen hombre, la trata bien, la quiere, la respeta, le da su lugar. Ella es feliz y esta segura con él y eso es suficiente para mí.-

Ella levantó una ceja por que sabía que eso no era todo lo que pensaba y que aún tenía más por decir.

–Tal vez él no sea lo suficiente para ella, tal vez…- suspiré derrotado, habíamos hablado de esto miles de veces y no llegábamos a ningún lado.

Escondí la cara en mis manos y puse los codos sobre la mesa, Missandei se paro junto a mí y me dio un fuerte abrazo.

-Ya no puedo con esto.-

-Claro que si puedes. No importa lo que hagas, siempre regresas a ella y yo estaré aquí para ayudarte.-

Habían pasado más de cinco años, estaba en la playa con Drogo, Gray Worm, Robb y Talissa y la había visto en cuanto puso un pie en el lugar, algo en ella hizo que la notara de inmediato.

La playa estaba llena de morenas exhuberantes con exagerados bronceados por lo que su largo cabello rubio platinado y su piel blanca, como leche, hacía que resaltara, sus ojos grandes y de un inual tono, sus labios gruesos y rosados, su figura delgada, pero bien definida, todo de ella me atraía.

Pase una hora entera buscando la forma de acercarme y hablar con ella, siempre había sido alguien tímido y cerrado, mi relación con las chicas era casi nula.

Entonces paso…

Él se acerco a ella con ese gesto que conocía a la perfección, un gesto de decisión e interés que había visto pocas veces.

Supe al instante que también la quería para él. La vi sonreírle de forma educada y darme una rápida mirada de duda y confusión, que se fue en el instante en que él la hizo reír.

Por que Drogo podía hacer reír hasta las piedras, a diferencia mía…

Desde ese momento todo se veía natural entre ellos, la forma en que se veían juntos, la facilidad que tenia de hacerla reír y la manera en que ella alegraba su vida, yo jamás había visto a Drogo tan feliz en toda mi vida y yo podía ser de todo, podía ser desagradable, incomprendido y un poco soberbio, pero de lo que estaba seguro y orgulloso era de mi lealtad.

El amor es...Una simple fotografíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora