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Lo repetiste tantas veces, no solo en tú mente, lo dijiste a todos los oídos que quisieran escucharte, te ordenaste creer en ello, fuiste tú el que así lo pidió al destino. Se lo exigiste de una manera tan férrea y a la vida no le quedó de otra que aceptar tu arrogancia y concederte tu narcisista petición.

El problema fue que yo no deseaba nada de eso, tú no eras mi prioridad, ni siquiera había notado tu débil luz.

Lo que nos paso fue inexplicable para mí, mientras que tú ya sabías todo de antemano, lo sabías pues eras tú el que lo había provocado.

¿Y ahora qué? Me lo confiesas momentos antes de abandonarme, de dejarme con el corazón roto y los sueños futuros truncados.

Me dices cuánto me has amado y te lamentas los años que desperdiciamos en peleas. Me aseguras que tus ojos solo me han visto a mi durante años. Me confías tu secreto mejor guardado. Me dices que me amas.

—...no sabes cuánto lo siento, Granger.

—Eres un villano. —te digo.

Y no porque en realidad lo seas, sé que no, al menos no para otros. El mundo entero conoce tu historia, como te coaccionaron bajo la amenaza constante de una muerte sin piedad.

Nadie está preparado para la muerte, ni el ser más malvado, ni el hombre más temerario está listo para morir. Porque de alguna forma aceptar que dejaras de respirar va en contra de la naturaleza básica de todos los seres humanos que movidos por la supervivencia hacemos hasta lo imposible para que el corazón siga bombeando sangre y los pulmones sigan brindando oxígeno.

No eres el villano de otros, pero si él mío. Mi antagonista personal.

Es extraño como escalaste con el paso de los años. Recordarte como un simple desconocido me ayuda a comprender el inicio de todo.

Cuando a los 12 años asome la cabeza en tu compartimento preguntando por un sapo que no era mío y tú simplemente diste una negativa y seguiste con lo tuyo. Como desearía volver a la ignorancia de tu existencia.

Sin embargo, de una u otra forma nos encontraríamos solo horas después, listos para aceptar nuestro destino bajo la sabiduría de un viejo sombrero parlante. Nuestras miradas volvieron a cruzarse y lo recuerdo bien porque al subir al banquillo accidentalmente rocé tu mano al pasar, te pedí disculpas y tú solo asentiste.

Te extraño mudo Malfoy. Te extraño ajeno.

—Granger— me llamas, pero no quiero voltear.

Porque mirarte es recordar tus caras de asco.

Ese fue tu nuevo escalón. Pasaste del mutismo a los insultos en solo un año. Pasaste de ignorarme a odiarme sin conocerme, mi amistad con Harry fue la pauta, sin embargo, tu goce, tu fuga para herirme era la sangre. Mi turbia e impía sangre.

Hay personas a las que se les dificultaría creer que un niño pequeño puede ser despiadado. Tú rompiste esquemas. Demostraste ser la excepción a la regla, brincaste magistralmente de ser un bully cualquiera a un acosador venenoso y cruel.

De ese escalón no te moviste durante unos años, tal vez fue en el tercer ciclo cuando descubrí que no ibas a cambiar. Creo que fue por eso que me atreví a golpearte de la manera más muggle que existe, un puñetazo que te hizo recordarme de por vida y que ahora me devuelves de la peor forma.

—No quiero verte— y lo digo muy en serio, lo digo con el corazón en la palma y un nudo doloroso en la garganta.

Nada permanece y eso es lo más difícil de vivir, la incertidumbre que trae el día a día. Tus pies se movieron después de pasar sin pena ni gloria durante nuestro cuarto año, ahora diste una gran zancada hacia arriba, un peldaño grande. Te convertiste en lo que todos esperaban y por alguna extraña razón me era imposible de creer. Un nuevo escalón, uno alto.

Altura *One-shot*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora