𝒜𝓂𝑜𝓇 𝒾𝓃𝑜𝒸𝑒𝓃𝓉𝑒

7K 524 83
                                    

Era un frío día de primavera y Yuzu estaba pasando su fin de semana libre sin hacer nada importante. Cocinaba, limpiaba, pero la mayor parte del tiempo estaba sentada en el sofá o jugando a los videojuegos en su habitación. Intentaba concentrarse en el juego, no era frecuente que tuviera tiempo para jugar y disfrutaba de cada minuto libre, pero no podía olvidar una charla que había escuchado ayer sin querer.

Llegó borracha a eso de las cinco de la tarde, había salido a disfrutar de su último día en California ya que su familia y ella regresarían a Japón al día siguiente. No sabía muy bien por qué, ya que ciertamente lo estaban pasando de maravilla en aquella ciudad y país; mientras subía las escaleras sin intentar hacer demasiado ruido, en la mansión donde vivían, escuchó a su padre hablando animadamente con alguien por teléfono. Yuzu lo miró y disimuladamente pasó junto a él hasta llegar a un salón donde se escondió para no ser descubierta.

Según lo que le había dicho a su padre, iba a dar un paseo con unos amigos por la playa, de hecho, no mentía del todo. Pero cuando sus amigos le ofrecieron algo de alcohol, acabó bebiendo demasiado; estaba más que claro que Yuzu no era buena tolerando el alcohol.

(...)

Suspiró molesta, y sus ojos se abrieron de par en par con sorpresa cuando escuchó a su padre confirmar algo sobre un "compromiso". Pero mayor fue su sorpresa cuando mencionó su apellido y el de otra chica; conocía su nombre perfectamente. Por eso le parecía una locura que su padre pudiera hablar en serio.

"Mei Aihara" era una dulce omega que conoció a los once años, era una chica de pocos amigos; con una mirada tierna, una dulce sonrisa y un bello rostro que sin duda era incapaz de olvidar. ¿se conocían? ¡sí! eran inseparables a esa edad. Hacían muchas travesuras (no me malinterpreten) y se reían mucho de las locuras que hacía Yuzu de vez en cuando, sólo para sacarle una sonrisa a la pequeña Aihara.

"Seguro que se pondrá muy contenta al saber que se trata de ella". Sonrió el hombre de cabello rubio, con rasgos muy parecidos a los de Yuzu. "Yo mismo hablaré con mi esposa el día de mañana e iremos a visitarlos; sin duda será la mejor cena de todas, Aihara-dono".

"¡¿Cena?!" Pensó la rubia en voz alta mientras su mirada se encontraba con la de su padre, sorprendido de verla  escondiéndose detrás de una maceta. "Estoy muerta", chilló como un ratóncito asustado antes de correr directamente a su habitación y tratar de borrar, de una forma u otra, su esencia a alcohol.

(...)

Yuzu tuvo que dar muchas explicaciones esa vez a su padre, aunque se ahorró la reprimenda, ya que se encontraba demasiado feliz para molestarse por cosas menores, después de todo. Su familia estaba a punto de convertirse en una de las más envidiadas de todo Japón debido al futuro compromiso que ambas herederas contraerían. Beneficiando así a los Aihara y a los Okogi al mismo tiempo.

─ ─ ── ──── ── ─ ─

Japón - Mansión Aihara

7:30 P.M.

En una habitación dentro de una enorme mansión yacía una encantadora pelinegra de piel blanca como la nieve, de hermosa figura formada por los propios ángeles, un rostro perfecto y unos ojos violetas que emitían determinación y lograban intimidar a quienes los miraban. Sin duda era una herencia que provenía de los Aihara, todos respetaban y admiraban a esa familia más que a ninguna otra. A pesar de que los Okogi siempre iban por delante como los más importantes de la clase alta, nunca hubo una disputa entre las dos familias, es más, se llevaban muy bien.

Se encontró pensando en lo que había estado haciendo durante estas dos largas semanas de vacaciones, prácticamente sus días eran los mismos de siempre. No tenía mucha vida social que digamos, aunque todos se morían por conocerla mejor y ser su amiga incondicional, no le interesaba en absoluto. ¿Por qué? Porque desde que se separó de una dulce rubia tan extrovertida y amable, su vida cambió a una más denigrante, rutinaria y aburrida. No quería intentar ser amiga de nadie, porque no confiaba en ellos, así de simple. Pensaba que los demás sólo la querían por su dinero y por el poder que tenía su familia.

No confiaba en nadie más que en Himeko Momokino, con quien compartió algunas experiencias cuando era pequeña junto con la otra rubia de ojos verdes, que estuvieron a su lado en ese corto periodo de tiempo.

"Yuzu..." Susurró al aire mientras abrazaba una almohada y sentía como las dolorosas lágrimas mojaban sus pálidas mejillas, sentía frío, quería recibir calor de alguien pero no era posible. "¿Por qué te fuiste?", sollozó aferrándose aún más a la almohada. "Tú... me prometiste... Entonces... ¿Por qué me dejaste?"

Apartó la mirada limpiándose las lágrimas con el dorso de las manos mientras intentaba regular su acelerada respiración, Mei no era una chica que expresara sus sentimientos con mucha facilidad, le costaba mucho, por eso cada vez que se ponía triste recordaba los momentos más felices que tuvo en su infancia. Y es entonces cuando se acuerda de Yuzu, de su voz, de su sonrisa contagiosa y de la primera vez que se prometieron estar juntas para siempre.

Una promesa que Yuzu destruyó el día en que se fue a Estados Unidos con su familia. Sabía que no todo era culpa suya, y tal vez estaba siendo un poco injusta. Pero nunca se despidió, nunca se lo dijo finalmente, y eso hirió bastante su frágil corazón. Han pasado cinco largos años desde entonces, pero...

Si hubiera algo que los reuniera de nuevo, ella aún no lo sabe. Pero si supiera que su abuelo la había desposado con un Alfa, y que ese Alfa era probablemente la promesa que ella siempre había esperado que volviera, ¿cómo se lo tomaría? Probablemente Mei daría saltos de alegría, o tal vez seguiría sumida en ese resentimiento que la rubia le causó con esa decisión.

[CITRUS OMEGAVERSE] - My First LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora