Al llegar el ocaso el pueblo de Çanlar queda en silencio, hasta que aquellas campanas comienzan a sonar. Todos sus habitantes se apresuran a entrar en sus hogares, cerrando puertas y ventanas.
Nadie conocía el origen de aquellas campanas, solo sabían que todas las noches hasta la primera luz del alba, sonaban sin descanso.
¿Cuántas eran? Nadie lo sabía, la frecuencia parecía ser diferente en cada casa.
El temor entre los más pequeños era equiparable a la curiosidad que sentían los efebos, deseosos de abrir una ventana o una puerta, y descubrir quién o quienes ejecutaban aquellos sonidos, sin embargo los padres lograban contenerlos.
Solo un joven consiguió escapar del control de sus padres y abrir una ventana. Gritos desgarradores acompañaron armoniosamente el tañer de las campanas durante toda esa noche. Al día siguiente el joven fue buscado, pero no se encontró nada de él. Esa misma noche el sonido de una nueva campana comenzó a escucharse.
Nadie conocía el origen de aquellas campanas, solo sabían que todas las noches hasta la primera luz del alba, sonaban sin descanso.
¿Cuántas eran? Nadie lo sabía, la frecuencia parecía ser diferente en cada casa.
El temor entre los más pequeños era equiparable a la curiosidad que sentían los efebos, deseosos de abrir una ventana o una puerta, y descubrir quién o quienes ejecutaban aquellos sonidos, sin embargo los padres lograban contenerlos.
Solo un joven consiguió escapar del control de sus padres y abrir una ventana. Gritos desgarradores acompañaron armoniosamente el tañer de las campanas durante toda esa noche. Al día siguiente el joven fue buscado, pero no se encontró nada de él. Esa misma noche el sonido de una nueva campana comenzó a escucharse.