Tengen contaba con catorce años de edad, su vida no había sido fácil pues su padre estaba obsesionado con producir ninja; día tras día entrenaba hasta el cansancio, hasta que dejara de sentir sus brazos, sus piernas no pudieran sostenerle y su cabeza diera vueltas. ¿Esta será mi vida siempre? Se preguntaba constantemente antes de ir a dormir.
Entonces en un atardecer de verano lo decidió, se iría de esa casa.
Nunca antes había sentido lo que era libertad y siendo sincero consigo mismo, le había terminado gustando demasiado, el éxtasis de elegir por sí mismo era sin duda, la mejor sensación que había experimentado en sus cortos catorce años de vida; casi no podía creer que estuvo a punto de perder su juventud a causa de su padre.
Al ser quien era, se desempeñó bien en cualquier actividad que se le propusiese. Una tarde de otoño, varios meses después, mientras se encontraba laborando en un huerto escuchó gracias a su desarrollada audición un sonido extremadamente raro.
"Disculpe, Rui-san. Creo que hay algún animal herido cerca, iré a comprobar" dijo serio el de hebreas blanquecinas.
El mencionado era un señor de gran edad que amablemente le había dado asilo, trabajo y un lugar donde dormir. Uzui le estaba muy agradecido y hacia todo lo posible por liberarle cargas al cansino hombre. "Ve con cuidado"
Uzui asintió y se dispuso a ir al lugar de donde provenían los sonidos. "creo que podría ser un humano" mencionó para sí mismo. Poco a poco fue acercándose al pequeño bosque que se situaba casi en frente de los pastizales donde ellos laboraban. Los trabajadores por lo general evitaban el lugar, a favor de no perderse.
Escuchó un pequeño susurro lastimero, cosa que lo alertó haciendo que activase su modo cauteloso rápidamente se acercó saltando de árbol en árbol.
"P-por favor, termina con sufrimiento" la escena frente a sus ojos era grotesca, una especie de monstruo se encontraba devorando muy lentamente a un hombre joven, el crujido de sus huesos resonaba en los oídos de Tengen haciéndole casi vomitar, pero gracias a su entrenamiento pudo controlarse.
Es un demonio se dijo a sí mismo, su padre le había mencionado hace algún tiempo que estos seres morían al ser expuestos al sol y que tenían una gran fuerza sumando a eso su rápida regeneración. Iba a ser difícil más no imposible.
Luchó con uñas y dientes siendo por fin victorioso. Literalmente lo amarró como puerco y lo expuso al sol, el aldeano había huido apenas tuvo la oportunidad; no lo culpaba, ¿quién no lo haría?
"Ese ha sido un trabajo esplendido, muchacho" escuchó a sus espaldas haciendo que diera un gran brinco y tomara una postura de ataque en fracción de segundos. "Tranquilo, chico, no te voy a hacer daño"
"¡No podrías, anciano, te venceré de manera extravagante!"
"¿Anciano?" Rio el hombre frente al de cabello blanco. Portaba una especie de uniforme negro, que parecía una tela resistente, su cabello era en tonos burdeos que llevaba amarrado en una coleta alta, llevaba un haori con patrones a cuadros que repartían entre negros y verdes, sus ojos en un fuego intenso y por si fuera poco, su cicatriz en su frente lo confirmaba. Era como una llamarada. "Pero si solo tengo veintiún años, incluso mi Tsukugo me elogia constantemente" bromeó como si hablara del clima.
"Suenas como alguien amable, por hoy el gran Dios de la extravagancia te dejará hospedarte en mi hogar" afirmó para después comenzar a ir de regreso al lugar donde residía.
"Gracias, eres un chico muy agradable, mi nombre es Kamado Tanjiro, me recuerdas mucho a un amigo que también se cree un Dios, el Dios de la montaña para ser exacto"