Juegos olímpicos de invierno Cortina d'Ampezzo, Italia, 1956
4 de febrero, noche previa a la clausura de los juegos...
Temblaba de frío, sus manos estaban heladas, la temperatura era cada vez más baja, calando hasta los huesos, su nariz enrojecida y los ojos llorosos con la retina doliendo por el aire helado, agazapado, esperando la señal convenida ¿Los demás estarían ya en el lugar? Deseaba creer que sí, habría querido que estuvieran los cuatro juntos pero eso era demasiado riesgoso, ellos eran los únicos en la delegación que no tenían nada que perder, a nadie esperándolos y eso, desde luego, los hacía blanco de la férrea vigilancia de los jefes de la delegación de la poderosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, dos patinadores rusos, dos jugadores de hockey sobre hielo, uno kazajo y otro letonio, habían planeado la fuga y con ayuda del patinador de velocidad canadiense Jean Jaques Leroy, solicitarían asilo en ese país, pero primero, pasarían un tiempo como refugiados en Inglaterra, al menos ese era el plan.
Yuri Plisetsky sentía que el corazón estallaría en cualquier momento, quizá no era exagerado pensar que sus latidos se escuchaban más allá de su frágil cuerpo blanco como la nieve, intentaba regular la respiración, pero el gélido aire no lo ayudaba y solo conseguía sentir un profundo dolor en el pecho, la capa proporcionada por su otro cómplice, el japonés Yuuri Katsuki, era tan delgada que no lo protegía en lo más mínimo del inclemente clima, pero no podía portar el cálido abrigo proporcionado por los camaradas de su país. Sus verdes ojos se sentían ya tan resecos que ardían y los espasmos que lo sacudían ya no podía definir, si eran de frío o de miedo ¿Cuánto tiempo había pasado? Sentía que había estado tras ese bloque de cemento por horas, cuando apenas y llevaba un par de minutos de los 5 que Katsuki le dijo que debía esperar, sus ojos intentaron ver más allá, si tan solo pudiera verlo, aunque fuera su silueta y por un segundo, seguro se sentiría mejor, suspirando cerró los ojos para recordar el cálido beso compartido la tarde anterior, escondidos entre las sombras de los dormitorios de los deportistas, dándose el valor necesario para hacer lo que por meses, habían planeado...Huir del régimen soviético y buscar otras oportunidades lejos de la opresión, de la intolerancia, de la falsedad de una sociedad equitativa y del terror de un régimen que privilegiaba solo a unos cuantos. Ellos saltarían a la libertad.
Escuchó un vehículo acercarse y tembló sin poder definir si era de miedo o de emoción, rogando porque fuera el que esperaban, suplicando porque él, estuviera bien y no le fallaran las fuerzas en el último momento, implorando al siempre negado Dios en el que el Soviet Supremo le ordenaba no creer, que todo saliera bien para los cuatro, pero en especial, para él...por quien hacía todo, por quien se había atrevido a desafiar no solo a su gobierno, traicionar a su patria e ir en contra de los mandatos del Corán, pero lo amaba, en verdad lo hacía y no dudaba en hacer cualquier sacrificio por él. Sí llegasen a ser descubiertos y los guardias de la delegación Soviética intentaban detenerlos, los enfrentaría solo para que él pudiera subir al vehículo que lo llevaría a la libertad. Nada más le importaba, él debía ser feliz a cualquier precio, su vida incluida.
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No me olvides...Tu eres la razón.
FanfictionOtabek prometió volver, Yuri prometió esperar, pero el destino cambio sus planes, hasta que el universo intervino y se les dio una segunda oportunidad...Aunque no de la forma esperada. OS