Aquél ser de piel pálida cual porcelana caminaba por las hermosas calles Rusas, solitarias, sin nadie más que él.
Sus extravagantes fanales granates se daban a conocer entre sus hilos pajizos, que, sin quererlo, combinaban con las estrellas diminutas de aquella gélida noche de invierno.
El viento le abrazaba con sosiego, acariciaba sus pómulos rojizos, y se deslizaba, para dejarle atrás.
El aire melancólico y nostálgico incrementaba a cada paso.
Nada, nadie presente, y menos sus sentimientos.
Sin él, ya no era nadie, solo un muñeco de porcelana, faroles escarlata, hilos dorados, y una culpa que le llenaba.
Las saladas salían, resbalaban, se caían, no se detenían.
Lo había perdido,
todo era una mentira."¿Por qué no me amas?"
No había respuesta.
"¿Por qué no me hablas?"
Nada...
"¡No te duermas!"
No había control alguno.Golpeaba, insultaba, lastimaba, ¿pero amaba?
No, de amor nada. Solo una ilusión.
Él era símplemente un muñeco de porcelana, faroles escarlata, hilos dorados...
El otro, era su creador, su titiritero, y, así mismo, el amor de su vida.
Pero le iba a vender, le iba a dejar, le había mentido.
Ya no sentía nada.
Sonreía.
Lloraba.
Dolía...
Pero sonreía.Sonreía para no parecer destrozado.
Solo decía, una vez más:
"Vuelve... Te amo...
Te deseo... Te extraño...
Deseo tu sangre en mí...
Pero ya estás, cinco
metros bajo tierra...
Te amo... Vuelve"Él era símplemente un muñeco de porcelana, faroles escarlata, hilos dorados... Y así mismo, con sus propias manos delicadas y finas, construidas con tanto amor y empeño, había pecado.
Pecado por celos.
Pecado por venganza.
Pecado, había pecado por su amor.
Había matado, sin quererlo...
Había acabado, con su amor.