Hace 1,000 años, en las montañas del norte.
_Hemos caminado un largo trayecto para llegar aquí, una y otra vez fallamos, sin embargo volvimos haciéndonos más fuertes. Hoy al fin, se ha completado la amplia y basta colección de bestias y anfitriones... Hoy comienza una nueva era, la era de Ad Mortem. Dijo un hombre cubierto por una capa color vino oscura, mirando a una multitud de hombres vestidos de igual manera que ante el estaban. Todos lanzaban unas medallas a un pozo en medio de la gran cueva en la que se encontraban, su brillo no se diferenciaba mucho, puesto que eran iluminados por viejas antorchas pegadas a la pared, pero aun así era claro notar el color dorado y plateado que de las sucias medallas salía.
Todos, casi al mismo tiempo, se arrodillaron ante el pozo, dejando ver un gran círculo rojo alrededor de él, formando casi como un ojo rojo, con una pupila negra en el centro y el brillo dorado y plateado trasluciendo al fondo de su interior, inclinándose hacia delante y atrás, comenzaron a murmurar con unas dagas en las manos, el que antes hablaba, sostenía la misma daga mirando hacia el techo de la cueva mientras recitaba una oración.
_Et sanguis in ore meo pugione per bestias, dona mihi animan meam ego Dominus ad mortem. Venite ad animae meae, angelus lapsus.
Por el filo de mi daga y la sangre de las bestias, doy mi alma al señor de la muerte. Ven por mi alma ángel caído.
Al decir estas palabras las dagas comenzaron a brillar de manera intensa justo cuando todos las clavaron en sus pechos arrastrándolas luego a su lado izquierdo, casi como si no sintieran dolor. Todos abrieron los ojos mirando al piso mientras lo hacían, estos se tornaron negros como la noche y un líquido viscoso comenzó a salir de ellos como si fuera agua de un manantial. Casi se puede imaginar el sonido de todas esas dagas afiladas atravesando la piel de más de quinientos hombres, enterrándose en su corazón y rasgando las costillas como si solo fuera un simple pedazo de carne que se desprenderá de un animal muerto. La sangre que de ellos salía, corría por roturas en el piso que llevaban hasta el pozo que estaba en el centro, poco a poco el nivel de profundidad comenzaba a ser menor, y el brillo que antes relucía en su interior era poco a poco opacado por el color rojo oscuro de la sangre.
_Casi terminamos, dijo el hombre que parado enfrente de este suicidio masivo estaba parado. Miraba la escena con orgullo y placer, casi como si disfrutara ver tantos cadáveres alrededor de él, sonreía con una mirada retorcida hacia el pozo que casi estaba lleno de sangre. El hedor, la sangre, los cadáveres de sus compañeros y la intensa sensación de escalofrío que en su cuerpo sentía, hacían en su garganta un nudo del que no se podía librar. Solo cayó al piso muerto de la risa, era como si le alegrara ver que todos murieran delante de él.
Miro hacia atrás, una puerta de piedra del tamaño de tres elefantes se encontraba allí, se arrastró hasta ella, se puso de pie y comenzó a gritar:
_Por años, no... décadas, he buscado la manera de despertarlo, oohh... mi señor. Despierte, tómeme como anfitrión, use mi viejo cuerpo como suyo. Mate a mi familia y condenaré toda esta estúpida aldea a la muerte una y otra vez. Tómame señor, has de mí una marioneta como a tus bestias.
Era tal su locura que baba y lágrimas brotaban de su boca y ojos acompañados de sudor y suciedad, la capucha cayó de su cabeza, dejando ver su piel arrugada, vieja y llena de cicatrices provocadas por la locura a la que se sumergió.
Mientras seguía gritando, el pozo termino de llenarse con la sangre de los más de quinientos hombres muertos a su alrededor, la puerta comenzó a abrirse lentamente. El solo se apartó, miro al techo y cerró los ojos mientras abría los brazos al aire, tumbó la capa de su cuerpo por completo dejando ver su cuerpo viejo y desgastado, lleno de arrugas y con la piel flácida y caída. Se postro en sus rodillas y dijo:
_El señor espera un pueblo desnudo... Solo se escuchó un chirrido mudo, un hueso siendo destrozado de un golpe. Antes de terminar la oración una mano con garras le atravesó la boca, dividiendo su cabeza en dos. Lo último que sus ojos llegaron a ver por un miserable y diminuto segundo fueron las enormes patas junto a la silueta de un lobo de al menos el tamaño de tres hombres enfrente de él.
La cueva quedo a oscuras, el brillo de las medallas fue opacado, la sangre seguía fluyendo y la puerta termino de ser abierta. De ella, un hombre salió luego de varios minutos, respiro profundo saboreando el hedor a hierro en el aire y dijo:
_EL JUEGO A COMENZADO.
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CASTRO NEGRO
RandomEn Castro Negro, están pasando cosas extrañas. Bestias han emergido de la muerte y asechan a todos los habitantes. Acompáñame en esta misteriosa historia.