Capítulo 30

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Jamás estuve preparado para ayudar a Moon-jae. Jamás. Y eso era algo obvio.

Yo era un fotógrafo, uno recién salido de la ruina. Una persona engreída, egoísta, falta de atención. Con complejo de héroe y de poco razonamiento cuando se trataba de asuntos importantes que me involucrasen o no.

Jonah siempre dijo que yo era una buena persona y que en los últimos meses lo había sido mucho más de la cuenta. Le pareció anormal, pero a mí también. Luke Vang no iba por ahí regalando el dinero o tratando de solucionar la vida de los demás. Y pese a eso, me sentía fantástico y mejor.

—¿Cuándo te mudas? —preguntó mi mejor amigo.

Yacíamos recargados sobre el capó del auto estacionado en el mirador a altas horas de la noche. La corriente de aire congelaba, los edificios resplandecían con su luz artificial y la nieve se nos quedaba sobre los hombros y el cabello. Otra plática de amigos, como en los viejos tiempos. Otra tradición que poco a poco se recuperaba.

Me encogí de hombros, aparté la vista de la ciudad y la enfoqué en el pavimento a mi derecha. A pesar de que mi dinero estuviese de regreso y este todavía aumentara gracias a los trabajos recientes, no tenía intenciones de irme del edificio. Ni siquiera lo consideré.

—Quiero quedarme un tiempo más —dije, insinuando que me iría algún día—. Dime cuánto es de renta y comenzaré a pagar ya mismo.

Jonah manifestó su asombro alzando las cejas y chasqueando la lengua. Asintió con la cabeza, medio concentrado en los edificios. No dijo nada por los primeros segundos; estaba pensando en qué decirme.

—¿Es por él? —Me miró por el rabillo del ojo.

No quería admitirlo en voz alta, por más que ya supiera la respuesta. De nuevo permaneció pensativo. Teniendo ya todas las posibilidades de volver a mi vieja vida, con un buen apartamento y un auto, me rehusaba a mudarme porque quería seguir cerca de mi vecino.

Las cosas entre nosotros parecían mejorar. Tenía una esperanza de que fuese cierto.

Cinco días atrás pasé el mejor rato dentro del apartamento de Moon-jae. Tocó el shamisen para mí por más de una hora y charlamos con banalidad otro largo rato. Nunca profundizamos en ningún tema ni buscamos involucrarnos en la vida del otro como solíamos hacer con nuestros cuestionarios tan directos.

No fumamos, no bebimos, no nos drogamos ni mucho menos tuvimos sexo. Solo hablamos y nos besamos por horas.

—Luke, Moon-jae es dañino para ti. —Jonah les dio seriedad a sus frases a través del tono de su voz—. No te está tomando en serio; nunca lo hará.

Siempre que hablábamos de Moon, Jonah repetía lo poco que me convenía revivir mi interés hacia mi exnovio. Creí saber que lo hacía por mi bien, para evitar que saliera herido de nuevo. Quería librarme de un peso negativo, que mi vida fuese la de antes de que él reapareciera.

Pero me molestaba. Me molestaba porque yo comenzaba a cegarme por el amor que le tenía a mi vecino y no veía las cosas con la misma realidad que la suya. Otra realidad que tampoco era la absoluta.

—No lo conoces, Jonah —Quise que me mirara para que se percatase de mi irritación.

Silbó, volvió a levantar las cejas y rodar los ojos.

—¿Acaso tú sí? —Siguió sereno—. Entonces sabes por qué lleva casi cinco días desaparecido, ¿verdad?

Esa noche de música y compañía, dormí en su cama. Nos abrazamos desde el principio, sin decir ni una sola palabra que pudiese arruinar nuestra silenciosa reconciliación. Al día siguiente trabajaría en Yoshiwara y volvería el domingo de madrugada, como siempre.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora