El matrimonio Tomlinson-Styles era como cualquier otro con sus altibajos, sus alegrías y desastres. Pero ellos se amaban, por supuesto, sólo que a veces se olvidaban de decirlo.
Se enamoraron desde el primer instante en que se vieron, cuando el azul encontró al verde y deseó ver esa hermosa mirada todos los días y besar esos hoyuelos tan sólo para admirar cómo se formaban esos hoyuelos haciendo que esa sonrisa se viera aún más preciosa de lo que ya era.
Dejaron que sus corazones hicieran todo, dejándose llevar por la sensación pura de estar enamorado.
Cuando el verde deseó que esos brazos protectores y amorosos, sólo con él, lo sostengan cuando no podía más. Cuando estaban felices y contentos creando nuevos recuerdos. Cuando deseaba reflejarse en esa mirada llena de amor y hacerle sentir que era únicamente para él.
La vez que decidieron que no podían estar separados por más tiempo y que estaban lo suficientemente enamorados para arriesgarse y comprometerse no sólo con su alma o su corazón sino con el amor que sentían por ambos. Tomaron la importante decisión de unir sus vidas en matrimonio y hacerse felices mutuamente.
Decidieron salvaguardar su integridad y seguridad.
Parecía que una nueva aventura estaba por comenzar en ese momento y la disfrutarían; juntos y tomados de la mano con una sonrisa dibujada y la certeza de que estarían bien si están juntos.
Seis años después...
Louis llegaba del trabajo exhausto y frustrado que sólo deseaba entrar en su hogar para poder descansar.
—Por favor que no sea un desastre—rogó apoyando sus manos en la puerta.
Sin más que añadir entró en la vivienda.
Soltó un suspiro molesto al ver que todo estaba muy desordenado y poco presentable. Desde ropa tirada y sin doblar en el sofá hasta juguetes regados por toda la casa.
No hizo nada.
Molesto se dijo a sí mismo mientras dejaba su maleta en la puerta, cuando levantó la vista se encontró con su esposo sonriente como todos los días que Louis llegaba de trabajar.
—Bienvenido a casa, cariño- besó su mejilla antes de separarse nuevamente— Enseguida te traigo la cena, puedes tomar asiento mientras tanto. ¿Cómo te fue hoy en el trabajo?
Louis se consideraba una persona paciente y sabía que no debía gritarle a su esposo, pero ver las condiciones en las que estaba su hogar era para emplumarse y querer gritar histéricamente.
—Bien.
Harry dejó de hacer lo que estaba haciendo cuando escuchó la voz de Louis. Suspiró profundamente sabiendo lo que se avecinaba y siendo sinceros Harry no necesitaba eso justo ahora.
—Genial, cariño.
Después de esa respuesta tan cortante todo se sumió en un total silencio que se limitaba a ser interrumpido cuando Harry removía las ollas.
Últimamente se sentía un inútil. Porque no podía mantener contento a su esposo ni podía cuidar bien de sus hijos. Estaba algo decepcionado de sí mismo y aunque deseaba poder encerrarse en el sótano y llorar en paz sin todo ese peso que traía ser quién debía encargarse de la manutención de un hogar. Era un poco-demasiado- frustrante no recibir ayuda alguna por parte de Louis, sabía que él trabajaba por los dos, era quién traía el dinero porque así lo acordaron en un principio, pero no era algo sencillo de sobrellevar.