Parte Única

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"La efervescencia hace alusión a la excitación en grandes cantidades y esa palabra puede explicar lo que siento cuando juego contigo al amor"

Los ojos cafés miraron con miedo al castaño, temeroso del que podría decir.

—And... —el rubio negó, no quería oírlo, tenía miedo de que las siguientes palabras fueran hirientes.

—¡No digas nada! yo..,yo no sé en qué estaba pensando cuando te mostré esto en..n...tendere si quieres terminar conmigo... —los brazos del más alto lo halaron hasta que estuvieron pegados.

—Mi ángel, no te dejaría por nada, yo te amo y si esto es parte de ti lo acepto, no dejare de amarte por la ropa que uses, debes saberlo ¿sí? —le beso la sien tratando de calmarlo, este solo asintió con la frente escondida entre su cuello, tenía mucho miedo de mostrarle esa parte suya, muchos no lo entendían solo se burlaban de él y lo herían, pero Jay no era así,  era diferente y eso aliviaba el corazón de Andrew, desbordando euforia por la declaración beso el cuello del contrario, una ola de satisfacción lo inundo cuando el mayor suspiro.

—And... —su tono era de advertencia, pero el rubio lo ignoró y siguió en su trabajo en el cuello contrario, inmerso en ello no se dio cuenta de la mano que se coló en la camisa que usaba, la sintió hasta que toco su espalda, siguiendo su columna, erizando la piel en el camino, continúo besando su cuello, pero esta vez subió sus besos hasta llegar a la oreja y pasando por la mandíbula, repitió el proceso varias veces.

—Jay... —gimió, avergonzado, pegó su cara en el hombro del aludido, pero quien podría evitar ese sonido si la mano contraria jugaba en el dobladillo de su falda, el castaño río.

El mayor se sentó y jalo al menor, quedando acurrucados en la cama, Andrew le saco la lengua enojado por su risa.

—Eres muy infantil —declaró viéndolo a los ojos, desvío la mirada hacia sus labios al ver como el rubio mordía el inferior con nerviosismo— Pero eso me encanta. —Juntaron sus labios en un tierno beso, con una promesa involucrada, aunque Andrew usara falda o pantalón, fuera chico o chica, Jay no dejaría de amarlo y eso derritió el corazón del rubio, quien sonrió durante el beso, contagiando al castaño.

El beso duro hasta que la mano de Jay hizo cosquillas en su estómago, Andrew soltó una risa que enamoro más el corazón del castaño, después de un rato de cosquillas y besos tiernos, estos se volvieron más rudos, deseosos de probar al otro y degustar su sabor, el de ojos negros agradeció a lo que este arriba por la camisa que su novio portaba, era negra y uno de los lados caía a partir del hombro dejando a la vista gran parte de la blanca piel, beso la clavícula del rubio marcándola con un ligero rojo por la rudeza de los besos, mordió con gentileza, temeroso del daño que podía causar pero ningún sonido de queja se escuchó, su nariz se paseó por el cuello degustando el olor a vainilla que la impregnaba, se preguntó si sabría igual, pero antes de que pasara su lengua por el lugar unas manos lo tomaron de las mejillas alzando su vista hacia los ojos de su acompañante, las mejillas sonrojadas y unos ojos brillantes de deseo lo deleitaron, eso era arte y solo era para él, sonaba egoísta, pero Jay Hiray lo era y no le importaba en lo más mínimo.

—Tócame —pidió, pudo notar la sorpresa en los ojos negros de su novio, cuando este había dicho que era infantil no era mentira, su relación era más inocente que la de los niños de primaria, pero el rubio ya se había cansado de eso, quería tocar y ser tocado, aprender a satisfacer a su novio y dejar de lado el miedo, Jay lo amaba, él lo sabía y eso era todo lo que necesitaba por ahora. Lo miro con determinación, quería más, no, necesitaba más.

El castaño acomodo al rubio para que quedara en una posición cómoda, este cerró los ojos expectante pero los abrió al darse cuenta que el peso a su lado había desaparecido, el mayor se paró y observo la imagen frente a él con devoción, el pelo rubio desacomodado, el brillo deseoso en sus ojos, sus labios entreabiertos, sus mejillas coloradas, la marca de dientes en su clavícula, sus manos retorciéndose y halando la sábana celeste, sus muslos encerrados en aquella falda blanca, joder, ¿Qué había hecho bien en su otra vida como para merecerlo? Tenía que admitirlo estaba estúpidamente enamorado, pero era la mejor sensación que podía sentir en ese momento, volvió a llevar la mirada a sus ojos y se centró en ellos, se comunicaron con la mirada pero el rubio sintió la necesidad de decirlo, de volverlo real.

EfervescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora