La lengua pegajosa

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Un día, no importa mucho cual, siendo más joven de lo que soy, fui de excursión a un museo junto con mi colegio. Los cuadros que habían en aquel lugar eran demasiado inquietantes, la maestra los había denominado arte grotesco o algo así. Todavía los recuerdo y me traen los mismos escalofríos que aquel día.

Cuando regresé a mi casa, aún seguía muy exaltada por lo que había visto en la excursión, le comenté a mi mamá en la cena lo interesante y perturbador de esas obras plásticas. Luego de terminar la cena, era la hora de dormir. Fui a mi habitación luego de ayudar a lavar los platos, me puse mi pijama y me lavé los dientes. Aún con los cuadros en mente me acosté en mi cama para finalmente dormir.

Cuando me volví a despertar aún no había amanecido, aunque sentía que había pasado una noche completa de sueño. Baje las escaleras para ir a la cocina por un vaso de agua cuando algo me llevó a la sala. En vez de dar con mí sala, me encontré con varios cambios en el lugar. Todavía lo recuerdo, aparentaba tener un rostro de mujer. El telón amarillo simulaba ser el cabello. En el fondo de la sala había dos cuadros y una chimenea que fingían ser los ojos y la boca, respectivamente. Había un sofá a cada lado de la chimenea, que yo recordaba que antes no estaban.

Comencé a pasear por aquella rara habitación, escuché una voz que me llamaba a lo lejos. Cuando volteé, los dos sofás comenzaban a moverse como bocas. Como toda niña de esa edad, me acerqué a curiosear; cuando de pronto algo húmedo me envolvió el tobillo, era una de las lenguas del sofá. Lentamente esta lengua comenzó a reptar por mi cuerpo, envolviéndome con el músculo viscoso. Cuando quise reaccionar, el sillón me había tragado entera, y sentí que caía en un agujero negro. 

Me desperté de pronto. Todo normal, pero la pregunta que me carcome la cabeza hasta el día de hoy es ¿Cómo llegué a la sala luego de la pesadilla? No lo sé y tampoco deseo saberlo. Aún siento la humedad en mi cuerpo que dejo esa lengua pegajosa. 



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