Capítulo único

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El semáforo estaba en rojo, así que Betiana aprovechó para seguir leyendo la novela en wattpad con la cual estaba enganchada desde esa mañana

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El semáforo estaba en rojo, así que Betiana aprovechó para seguir leyendo la novela en wattpad con la cual estaba enganchada desde esa mañana. Alzó apenas los ojos cuando vio que cambiaba la luz a verde y avanzó, distraída, con los ojos fijos en la pantalla:

"Con apenas mirarla supo enseguida que se trataba de la Diosa Verde.

-Lo siento, muchacho, pero tu Diosa ha muerto."

Soltó una muda maldición ante el giro inesperado que se vislumbraba en la historia. Unos bocinazos la sacaron del mundo imaginario hacia la realidad con un sobresalto. Unos neumáticos chillaron contra el asfalto y una moto scooter azul cayó frente a sus pies. Un muchacho saltó de ella antes de golpear el suelo, trastabillando.

-¿Qué hacés, tarada? -le gritó él, levantando el casco hasta la frente para mirarla a la cara-. ¡Estaba en rojo, mijita, fijate por donde andás!

Betiana se quedó muda de la impresión. Había visto cambiar la luz, pero quizá al haber leído la palabra "verde" se había confundido. Se guardó el teléfono y trató de ayudarlo a levantar la moto, pero él tiró del manillar para alejarse. Llevaba puesto un uniforme azul oscuro con tiras reflectoras en las piernas, brazos y espalda, y el logo de la farmacia en la que trabajaba.

-Disculpá-murmuró ella, anonadada con la belleza de sus ojos verdes.

-Sí, sí -gesticuló él con enojo, volviendo a ajustarse el casco y saliendo en disparada mientras ella daba dos pasos largos hasta llegar al cantero, a salvo de los demás vehículos que pasaban zumbando por la avenida.

Aún con el corazón latiéndole en los oídos por los nervios, trató de terminar el trayecto hacia su casa. En los últimos días andaba distraída, pensando en sus problemas familiares. Uno de ellos era que su padre tenía una nueva pareja. Sin bien no tenía dramas con que él rehiciera su vida amorosa después de la muerte de su madre, sí lo tenía con que se empecinara a meterla a presión en su vida como si fuera una mamá sustituta. Y nadie iba a ocupar el lugar de su madre. Nunca. Aunque no le disgustaba, pero tampoco la adoraba. Y habían elegido esas fechas para que pudieran pasar las fiestas juntos.

Cuando llegó, los ánimos cayeron al suelo y desde allí al inframundo cuando vio las cajas y las bolsas de la mudanza. Al atravesar el umbral de la puerta, unos tenis deportivos y una sudadera negra le indicaron que ella no venía sola.

-Hola, Beti -saludó su padre en tono jovial mientras cargaba unas cajas y ella le sonrió a regañadientes-. ¿Te animás a ayudar a Andrés con sus cosas?

-¿Qué Andrés? -casi chilló. ¿El que viene cada mes?, bromeó para sí, intentando no ponerse histérica. Tener que soportar a un niño no estaba en sus planes.

-Ah, perdoná, gorda. Andrés, el hijo de Silvana al final se va a quedar con nosotros también un tiempo. No le salió lo del alquiler y no tiene donde quedarse.

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⏰ Última actualización: Jan 27 ⏰

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