Diablo. © Saga (D1)✔️

Capítulo 1 | La chica misteriosa.

"Dentro de veinte años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por aquellas que si hiciste".

— Mark Twain.

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Capítulo 1.

Casey.

Golpeaba el volante con mis dedos, al ritmo de la canción "Bonita" de Sebastián Yatra y Juanes que se escuchaba de fondo en la radio, mientras esperaba pacientemente a que el semáforo cambiará de color. Era viernes por la noche y no había absolutamente nada que hacer, miré rápidamente la hora en el reloj dorado que colgaba en mi muñeca y suspiré con fuerza al caer en cuenta de la hora, eran las tres de la madrugada. Mire por la ventana, donde pequeñas gotas se delizaban por el cristal, había comenzado a llover. Lo que me faltaba. Y para mi mala suerte las calles estaban solitarias, mis párpados pesaban por el sueño, y hacía mucho frío, mis manos me temblaban de lo heladas que estaban. Maldito Liam. Si no fuera por el estúpido de mi hermano mayor, seguramente ahora me encontraría enterrada entre las suaves y calentitas sábanas de mi cama durmiendo plácidamente, como si no hubiera un mañana. Pero no. Liam se tenía que emborrachar en esa estúpida fiesta. Maldito alcohol.

Estúpido Liam. Solté por décima vez, mientras sujetaba el volante con fuerza. La misma que utilizaría para agarrarlo del cuello y asfixiarlo. Solté un suspiro y moví mi mano derecha a la palanca de cambios en cuanto la luz del semáforo cambio a amarillo y en mi mente, suplicaba a dios que él se encontrará vivo al llegar. Porque yo misma lo iba a matar. Rodé los ojos, el estúpido era un grano en mi trasero, y sin embargo, mi conciencia no me permitía dejarlo abandonado y borracho en esa fiesta. Está bien, mi conciencia si me lo permitía. Pero mis padres me matarían.

Cantaba la canción que sonaba en la radio, sacudiendo mi cabeza al ritmo de la música. Habían pasado casi cinco años desde que nos mudamos a Los Ángeles, por el trabajo de mi padre. Es jefe de la DEA en una agencia dedicada a la lucha contra el contrabando y el consumo de drogas. Si ambos supieran que salí de casa a estas horas, para buscar al imbécil de mi hermano y como se enteren que cogí el auto. Seguro que no veo la luz del sol, durante un año. Fijo pondrían la ciudad patas arriba, para encontrarme. Son sobreprotectores. Pero más mi madre, con cualquier noticia de asesinatos o secuestros que vea en la televisión, se pone histérica. Ruedo los ojos. Menos mal, que no se encuentran en casa. Suspiro. Mi padre se encontraba de viaje en Nueva York por motivos de trabajo y mi madre tenía turno de noche en el hospital y no regresaba hasta mañana. Pero como siempre me dejaban a cargo de Liam, debería ser al revés. ¡Agh!

Miré por la ventana, había estacionado el auto en una calle completamente oscura y en mitad de la nada. ¿Será esté el lugar? Mis labios se fruncieron comprobando la dirección en mi celular y esperando que Liam se hubiera equivocado de dirección, pero desgraciadamente el lugar era el correcto. ¿Qué demonios hace ese subnormal aquí? Me desabrocho el cinturón de seguridad, y suspiro unos segundos antes de bajarme del auto. Estaba nerviosa. Nada más poner un pie fuera del auto, el aire frío de la noche desordeno mi cabello. Seguramente ahora parecía un nido de pájaros. Me subí la cremallera de mi chaqueta hasta el cuello, hacía mucho frío y mis manos estaban heladas. Estaba temblando, pero no sé si del frío o del miedo que me daba este lugar. Me aparté un mechón de cabello castaño de mi rostro y cogí el celular del bolsillo de mi chaqueta, para llamar a Liam. No sabía donde ir a buscarlo y si me muevo del lugar seguramente que me pierdo. Espere unos instantes, para después ser recibida nuevamente por el buzón de voz del inútil de mi hermano. Frustrada colge el celular y me lo volví a guardar en el bolsillo de la chaqueta, mientras observaba a mi alrededor. Nada. No se veía absolutamente nada. ¿Se puede saber que demonios hago ahora? Puto Liam.