Jael no se detuvo hasta que vio al Ángel a lo lejos, estaba de pie como siempre con la mirada hacia el Límite. Avanzó entonces con lentitud como si no quisiera desconcentrarlo, interrumpir sus pensamientos, fueran cuales fueran.
Cuando estuvo a su lado notó que había algo distinto, él estaba enfocando a los árboles, no era una mirada perdida, estaba viendo de verdad y eso la hizo sonreír.
—¿Quieres entrar allí? —preguntó ella cuando lo consideró apropiado.
El Ángel desvió la mirada y fijó sus ojos azules, que se veían más oscuros por la falta de luz, en los de ella, pero no emitió sonido.
Jael necesitaba hablar, quería explicarle muchas cosas, pero ya casi no sabía cómo controlarse, quería tomarlo de la mano y arrastrarlo hasta los árboles, obligarlo a ver más allá de lo que se permitía, pero tenía miedo de alejarlo y que él nunca más regresara allí. Miró al suelo, estaba lleno de rocas, tan pequeñas que si apretaba su puño con una de ellas dentro no sería capaz de sentirla por completo. Tomó una y la lanzó con fuerza hacia los árboles blancos. Tomó otra e hizo igual. Repitió el procedimiento varias veces, pero se sentía del mismo modo. Se agachó y con velocidad llenó sus manos de piedras, las lanzó al mismo tiempo mientras que emitió un pequeño grito ahogado de frustración.
—¿Qué haces?
Se dio la vuelta, el Ángel había hablado, la estaba mirando con detenimiento y le había hablado.
—No lo sé —respondió agitada y en voz baja—. Supongo que...
—¿Qué hay allá? —interrumpió el Ángel— Detrás de los árboles ¿Qué hay?
—No quisiera decirte, preferiría que lo vieras con tus propios ojos —respondió con una alegría contenida que no podría describir en aquel momento, y esbozo una inevitable sonrisa de esperanza.
El Ángel avanzó hacía ella mirando a los árboles, pasó de largo, caminando sin prisa hasta que se detuvo a una distancia considerable de ellos. Sin mostrar ningún tipo de emoción se quedó allí, en silencio, contemplando, parecía tan tranquilo. Pasó tanto tiempo que Jael comenzó a inquietarse, lo poco que hablaba, lo poco que se atrevía a mostrar, no encajaba, estaba segura que había algo más allí que no mostraba ¿Por miedo?
Todos los Ángeles actuaban siempre del mismo modo, este que estaba en ese momento con ella era el único que hacía cosas diferentes, como hablar y mirarla a los ojos ¿Habría otros en ese momento? No podía saberlo, al menos no por el momento, pero pensaba en que había algo en ella que cada vez se hacía más grande, parecía crecer, así como las flores que recolectaba en los árboles, solo que sus emociones no podían ser arrancadas, estas crecían sin parar y al parecer no tenían un límite y eso la asustaba más que otra cosa. Creía que llegaría el momento en el que no podría disimular más.
Esa noche no ocurrió nada más, ni la siguiente, ni la que vino después. El Ángel se limitaba a quedarse cerca del Límite, mirando, no con curiosidad, solo observando lo que tenía frente a él, no se movía ni un paso más hacia adelante, no preguntaba nada, solo se mantenía allí. Jael se quedaba a su lado, esperando. Cada vez que estaba a punto de adentrarse entre los árboles le decía: «¿Quieres acompañarme?» Pero al no obtener respuesta se rendía por esa noche.
—Anthony —dijo el Ángel en una ocasión.
—¿Qué has dicho? —preguntó Jael más que fascinada.
—Es mi nombre, Anthony.
—Hola —respondió ella y él la miró.
Varias noches después Jael estaba teniendo una difícil jornada de trabajo, no podía concentrarse y cada vez se le hacía más complicado, la fácil tarea de cortar las flores le parecía casi imposible, el tallo resultaba más difícil de cortar y las flores en la canasta eran de pronto demasiado pesadas. No podía pensar en otra cosa que no fuera la posibilidad de que tal vez esa noche sería la noche en que Anthony le diría «Quiero acompañarte» o algo parecido.
Durante la oscuridad Jael lo miraba con atención, trataba de encontrar alguna señal en su rostro, la más mínima expresión de cualquier emoción, pero no había nada, nada más allá que el hecho de que él estaba allí, en un lugar que estaba prohibido.
—¿Hay algo que te inquieta?
—No lo sé, creo que...
—¡¿Qué?! —musitó Jael controlando su emoción al ver que iba a hablarle.
—Creo...
La frase no era completada, y Jael insistió.
—Puedes decirme —aseguró de la manera más calmada que pudo.
Anthony se encontraba frente a ella observando sus ojos como se había vuelto costumbre, él ya no la ignoraba, le prestaba atención, y ella estaba segura de que había algo allí. Pero no hubo respuesta, era como si el tiempo se hubiera detenido y lo único que se escuchaba era el sonido del silencio.
—Necesito saber —insistió ella.
—Creo que no debo decirlo.
—¿No confías en mí? —preguntó con firmeza al mirarlo con mucha atención, en ese momento creyó que nunca había visto una mirada más hermosa, de pronto aquello no tenía nada que ver con eso de encontrar a alguien como ella para no estar sola, no, algo más ocurría, pero no tuvo tiempo de pensarlo, casi enseguida él comenzó a hablar.
—Yo creo que el Lago Rojo es un lugar aterrador —hizo una larga pausa durante la cual Jael no despegó la mirada—. No quiero que nadie vaya a ese lugar, sin importar lo que haya hecho, un castigo eterno, es una idea con la que no estoy de acuerdo.
—No puede ser —dijo Jael sorprendida, sus ojos se abrieron a su máxima capacidad.
—No debí decir eso —murmuró Anthony y su rostro hizo un ligero casi invisible gesto de arrepentimiento, pero ella lo notó, había algo nuevo allí—. Pero tú has entrado en el Límite, y sigues aquí ¿Por qué los Rebeldes Alados no te han capturado?
Jael no se esforzó en ocultar una sonrisa, se le escapó de sus labios, al mismo tiempo estaba admirada de todo lo que Anthony acababa de decirle.
—No sé responder esa pregunta. No vendrán a buscarnos, al menos no en la noche, te aseguro que por ahora estamos a salvo ¿Quieres venir conmigo?
—¿Qué hay allá?
—Tienes que verlo con tus propios ojos —recordó.
—Tengo que irme a mi Lugar —dijo sin expresión.
—¿Vendrás mañana?
No hubo respuesta, pero Anthony la miró antes de comenzar el camino de regreso y para ella eso fue suficiente.
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La rebelión del Ángel © [DISPONIBLE EN AMAZON]
FantasyAntes del principio existieron unos seres cuyo nombre está prohibido pronunciar. Estos seres se rebelaron contra Azmon, su creador. Fueron castigados, torturados, y se les dio un nuevo nombre: Rebeldes Alados. Ellos están condenados a un martirio et...