La puerta de la mente.

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 En el año 1983, un grupo de científicos extremadamente devotos condujeron un experimento radical en una instalación secreta. Ellos habían teorizado que un humano completamente privado de sus sentidos o de cualquier modo de captar estímulos foráneos sería capaz de percibir la presencia de Dios. Creían que nuestros cinco sentidos nublaban nuestra percepción, nuestra conciencia, sobre la inmortalidad, y que, sin ellos, una persona podría establecer contacto con Dios mediante el pensamiento.

Un anciano quien decía que "ya no tenía nada más por lo que vivir" fue el único sujeto de pruebas que se postuló. Para remover los sentidos de este hombre, los científicos realizaron una operación compleja, en la que cada conexión desde un nervio sensorial hasta el cerebro fue cortada quirúrgicamente. Aunque el sujeto seguía teniendo sus funciones musculares al completo, no podía ver, oír, probar, oler o sentir. Sin ninguna vía posible de comunicación con el mundo exterior, el anciano quedó solo con sus pensamientos.

Los científicos monitorearon al hombre mientras él hablaba sobre su estado mental, con palabras revueltas y confusas que no podía ni siquiera oír. Luego de cuatro días, el señor clamó escuchar voces susurrantes e ininteligibles en su cabeza. Asumiendo que era un ataque de psicosis, los científicos prestaron poca atención a sus preocupaciones.

Dos días después, el hombre gritó que podía escuchar a su mujer muerta hablándole, y no solo eso, él podía comunicarse con ella, responder sus palabras. Los científicos estaban intrigados, pero no se convencieron hasta que el viejo comenzó a nombrar familiares fallecidos de aquellos que hicieron el experimento. La esposa difunta de un psicólogo. La hija muerta de un químico. El padre moribundo de un doctor. Repetía información personal a los científicos que sólo sus parientes muertos sabían. Llegados a este punto, una gran parte de los investigadores abandonaron el proyecto.

Luego de una semana de conversar con los fallecidos por medio de sus pensamientos, el sujeto se angustió sobremanera, diciendo ahora que las voces eran abrumadoras. Cada momento que él pasaba despierto su mente era bombardeada por cientos de voces que se negaban a abandonarlo. Solía arrojarse contra la pared con la esperanza de poder sentir algo. Le rezaba a los científicos que lo sedaran, para así poder escapar a las voces durmiendo. Esta táctica funcionó, al menos durante unos pocos días. Al tercer día el anciano comenzó a sufrir terrores nocturnos muy severos. Ahora, el hombre decía que podía ver y oír a los muertos en sus sueños.

Solo un día después, el tipo comenzó a gritar y a intentar arañar y arrancar sus inutilizados ojos, tratando en vano de sentir algo en el mundo físico. El histérico hombre ahora decía que las voces se habían vuelto ensordecedoras y terriblemente hostiles, gritando sobre el Infierno y el fin de los tiempos. En un punto, gritó "No hay Cielo, no hay perdón" durante cinco horas seguidas. Continuamente rogaba por que lo matasen, mas los científicos estaban convencidos que cada vez estaba más cerca de establecer contacto con Dios.

Luego de otro día, el anciano ya no podía formar palabras coherentes. Aparentemente loco, comenzó a arrancarse pedazos del brazo con los dientes en un patético intento por suicidarse. Los científicos debieron entrar en la cámara donde estaba encerrado y atarlo a una camilla para evitar que se matase. Luego de un par de horas de estar atado, el hombre cesó sus fútiles intentos por forcejear y desatarse. Miró fijamente al techo con sus ojos blanquecinos, mientras las lágrimas corrían silenciosamente por su cara. Por dos semanas el sujeto lloraba tanto que debía ser hidratado manualmente. Eventualmente, giró la cabeza y, a pesar de su ceguera, observó fijamente a un científico por primera vez en el experimento. Dijo, en una voz quebradiza y susurrante "He hablado con Dios. Él nos ha abandonado", y sus signos vitales pararon. No hubo causa aparente de muerte.

La puerta de la mente.Where stories live. Discover now