Supongo que esta es una manera bonita de contar los pedazos rotos de los sueños en los que tú eras el protagonista.
Que sí, puede ser que fuimos y ya no seamos pero mírame, después de todo aún me reprochas y sigues troceando(me)
¿En cuántos pedazos se puede romper un alma?
Sigo mirándome al espejo esperando una sonrisa tuya.
Sigo girándome cada vez que escucho tu nombre y sigo pensando que esa calma que deja la tormenta se la llevó prendida tu mirada.
Y que fácil era sentir que el cielo no estaba tan lejos a tu lado. Y que fácil fue creerme tus palabras y confiarte mi vida, [literalmente].Quiero gritarte al oído las cosas terribles que me han pasado y que no puedas volver a callarme, nunca más.
Que te des cuenta de una vez, que te llevaste tanto de mí que ya no soy, que sólo estoy.
Busco el equilibrio que perdi(ste) en medio de la duda de cruzar o no ese puente que duele como nunca y sé que el cuento expira pero la memoria perdura en los días de verano.
Han sido demasiadas historias grabadas a cuchilla en mi piel para que el tiempo las borre.
Pero al final te doy las gracias,
tu me has enseñado a fingir sonrisas y ocultar lágrimas, a saber quién está cuando todo acaba y a no confiar en la gente.
Gracias a ti sé lo que es morir de dolor cada noche cuando susurras mi nombre en cada pesadilla y seguir cayendo sin remedio al atisbo del recuerdo.
Aprendí que el miedo se calla y que en la caja fuerte de mi mente entran muchas cosas, que luego no salen. Porque en todos los océanos antes de apagar la luz había un barco y tú no estabas en él.
Estaba sola. [Otra vez]
Sabes quién fui pero no quién soy, encadenada a un vicio suicida de escaladas y caídas que cada vez duelen más.
Sin rumbo fijo en este barco que se ahoga.
No tienes ni idea de lo que ha significado para mí sobrevivir los meses de invierno. Lo que he hecho.
Ni lo que haré.
Pero si hablamos de probabilidades, ten por seguro que ya no voy a volver, que no me vas a tener, que corté las cuerdas, y alguna cosa más y que no voy a seguir el guión que trazaste con fuego en mi consciencia.
Que he bailado con la muerte y su guadaña, esa que a veces me abraza cuando el pasado arrasa el presente y lloran piel y alma.
Que es mía la parte que queda (de mi), esa que adoptó otro nombre y se dedica a soplar pestañas para que algo cambie, aunque no lo haga.
Estoy cansada de nadar contracorriente sabiendo que no hay isla desierta donde reposar y de ver que aunque el invierno acabó, aún perduran hielo y nieve en una lucha sin fin.
Estoy cansada, y esta vez también de ti que sólo quiero volar y tienes mis alas escondidas en ese sótano repleto de recuerdos de madera.
Y sólo queda la duda que tortura y el convencimiento de que volveré a sumergirme en tus ojos en búsqueda de la respuesta.
Porque esto no ha acabado.
¿O sí?