Una mañana como otra cualquiera me despertaba con el sonido de esa alarma infernal, que me avisaba todos los días para asistir a las clases monótonas de siempre. Desayunaba con mi familia, a la vez que en la tele anunciaban las amenazas de Basar al Asad, dictador de Siria, contra las brigadas de 'rebeldes', que era como llamaba a todo aquel civil que no estuviese a favor de su tiranía.Como era común, apagué la tele con rabia y me preparaba para ir a clases, y a la misma hora de siempre sonaba el timbre, pero..y ¿quién podría ser a las 7 de la mañana?
— ¡ Ashtid, baja !
—Ya voy.... Hhhh — y es que era nada más y nada menos que mi amiga de la infancia, Dalya.
La misma chica regordeta de aquel parquecito en Afrín, que ganó mi amistad jugando a una competición de saltos en los columpios conmigo. Sin duda esos eran buenos tiempos, volvíamos con las rodillas raspadas y la ropa sucia. No nos importaba nada, solamente los momentos que pasábamos juntas que nos hacían perder la noción del tiempo.
Ahora sin embargo, Dalya ya era toda una mujer a pesar de sus 16 años, al igual que yo, tenía grandes metas y aspiraciones en la vida. Ella soñaba con bailar en los mejores teatros del mundo, y es que bailar ballet era lo que le inspiraba en el día a día, y se le notaba con solo mirarla a esos ojos optimistas. Yo mientras tanto, tenía tantas ideas en mente, que no era capaz de organizarlas ni llevarlas a cabo, ya fuese por mi falta de autoestima o mi irrevocable timidez.
Como era habitual todos los días entrabamos a clases a las 7 y media de la mañana y salíamos a las 3 de la tarde, como leopardos a punto de cazar a su presa. Nada más salir de clases nos dirigíamos a la tienda de comestibles del padre de Darya, situada al lado del instituto. Era ya casi una visita obligatoria, pues los nuevos refrescos y comidas exóticas de sitios tan remotos como Japón que traían a su tienda, llamaba la atención de cualquier cliente, pero sobre todo de los más curiosos.
— ¡Hola papá! — contestó Dalya, dando un beso a su padre.
— Hola hija —respondió él
— Buenas tardes, Sr Hejo.
— Buenas tardes, Ashtid —dijo amablemente — ¿Cómo están tus padres?
— Muy bien, gracias por preguntar.
— Ya sabes, si necesitáis cualquier cosa pedídmelo —sonrió
— Es muy amable de su parte. Mis padres y yo también estaremos encantados de ayudarles.
— Bueno... basta de cordialidades— interrumpió Dalya — ¿Papá podemos probar este refresco?, tiene buena pinta.
— Claro hija.— afirmó el padre— lo han traído de Norte América. Es más... este es el único local en toda Siria que ha recibido este producto, es decir, que vais a ser las primeras en probarlo.
Y es que al fin y al cabo ese era el motivo de nuestras visitas a la tienda,probar nuevos sabores y viajar a través de los sentidos a países extranjeros a los que en un futuro no muy lejano visitaríamos.
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Kurdistán. La tierra olvidada
SonstigesAshti es una joven kurda de 16 años llena de esperanzas y soñadora, cuya vida se verá envuelta en una terrible guerra civil que azotará Siria y a sus civiles. Rodeada de peligros que amenazan su vida y la de su familia, tendrá que tomar junto a sus...