El frondoso lugar aguardaba los cánticos de Chan con sumo cuidado. Ese espacio le había mantenido oculto durante años; siendo testigo de todo lo ocurrido al pobre joven. Desde su transformación, atribuyéndole aquella terrible imagen; hasta la consciencia de sus habilidades. Las serpientes sobre su cabeza seseaban con la melodía que acariciaba las cuerdas vocales del chico. Al fin y al cabo, eran su única compañía entre tanta soledad, por lo que su relación con cada uno de aquellos reptiles se había vuelto muy estrecha.
Hacía años atrás que todo aquello había dado origen. Cuando era un simple jovenzuelo iluso, que paseaba por los templos de los dioses. Su perseverancia en haber trabajado arduamente entre aquellos terrenos, había creado una fijación por parte de los sencillos campesinos, dado a su gran belleza. En más de una ocasión había tenido que lidiar con individuos que intentaban llevarlo por el camino no deseado.
Sus herbas oscuras se enredaban unas con otras, creando delicados tirabuzones sobre su rostro; llamando la atención a cualquiera desde la lejanía debido a la simpleza, aunque preciosa, apariencia inocente. Sus ojos avellana suavizaban la ferocidad de sus expresiones, su instrumento de defensa. No obstante, todos mantenían una fijación común, algo característico de Chan. Sus labios. Sus labios, carnosos y rojizos, vírgenes e inalcanzables, gritaban al pecado para ser poseídos; no obstante, siempre permanecía exento a ello. La imagen que ofrecía a todos los viajeros y ciudadanos del lugar era de un muchacho correcto, preciado e intocable. Su persona había sido de tal alzamiento, que los propios dioses habían cruzado más de una palabra en su nombre.
A pesar de todo aquello, nada le era de valor al muchacho, dado a que su vida completa le era dedicada a Jihyo, la diosa de la sabiduría y guerra. Su admiración y pasión por la figura de la deidad era originaria desde bien menudo. En su mente recordaba cada una de las historias que su familia había tenido el placer de conocer sobre la divinidad. Había rendido homenaje en infinitas ocasiones y había decidido ofrecer su vida al culto de su única diosa. Le era vital hacer notar su presencia ante ella, aunque nunca logró una respuesta. Su mayor mérito había sido deshacerse de toda su memoria pasada para dedicarse plenamente en la ensaltación de Jihyo. Para lograrlo, se posicionó entre uno de los sacerdotes mejor valorados, pasando a ser el más respetado del lugar. Había respaldado su título con más actos en honor a la diosa de la guerra, y continuó como su guardián en el templo.
Transcurrido unos inviernos y veranos, comenzó a notar cierta fijación en él por parte de alguien que no llegaba a reconocer. En distintas ocasiones había sentido que su cuerpo era observado por alguien que no lograba captar, alguien inalcanzable. Sin embargo, estaba tan ensimismado en su esfuerzo hacia la deidad que no había indagado mucho más en su origen. El chico acostumbraba a canturrear pequeñas nanas que se le habían instruido en su infancia, para crear un falso ambiente de compañía. La soledad era algo inevitable si algún individuo se dedicaba en cuerpo y alma a la veneración.
Aunque ese día enmudeció durante un largo tiempo, ahogando las pequeñas maldiciones que había comenzado a gritar en su cabeza. Lo único de deseaba en esos instantes era silencio, un bendito silencio; pero un pájaro estúpido decidió irrumpir su momento de relajación.
Maldito día fue el que siguió a la gaviota. Maldito sea el momento en que pensó que separarse de su oración era una buena idea. ¿Pero de eso qué valía a esas alturas? El chico había pasado por una jornada dura, teniendo que lidiar con más de diez despreciables que habían intentado abusar de él. Estaba derrotado, dado a que la última vez, ocurrió en grupo. Su cansancio no le permitió volver a doblegarse, porque si lo hacía, no podría volver a levantarse. Por lo que realizó su oración de pie, desconcentrado y adolorido. Era un cúmulo de factores que no tardó en explotar al momento que el tedioso pájaro comenzó a gritar. Sus chillidos eran agudos y repetitivos, que no dejaban de despertar más aves que le seguían en el mismo tono repulsivo.
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Ignominia - WooChan
FanfictionIncluso la Diosa de la guerra y sabiduría se veía consumida por los celos más irracionales hacia su más preciado seguidor, Chan. Ese joven que había llamado la atención de incontables individuos, incluyendo las deidades que todos veneraban. Por ello...