Recuerdos perdidos

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¿Quién eres tú? ¿Por qué tus ojos verdes me contemplan tristemente a la distancia? Estoy asustado y muy confundido. Tu rostro no me es familiar, tus gestos son extraños para mí pero, esa voz que inunda mis oídos, quizás la escuché antes...

Tal vez, no estoy seguro...

Solo sé que aquella sonrisa fingida, que intenta esconder esos ojos tristes, no engaña a nadie. No me engaña en absoluto. Sin embargo, lo sigues haciendo cada vez que te acercas a mí.

¿Por qué sigues aquí? Lo siento, no puedo recordarte, ni siquiera sé quién soy yo. Pero, en estos días me he estado preguntando algunas cosas. ¿Por qué mi corazón se acelera cuando estás presente? ¿Por qué todo parece más sencillo cuando estás conmigo?

Quisiera saber la razón...

Desearía tener todas las respuestas....

Palabras, suplicas, promesas, llantos ahogados que escuché a la distancia cuando estaba inconsciente... Acaso, ¿eras tú?








El cuerpo humano es como una obra de arte; maravilloso, cuidadosamente elaborado, sorprendente y misterioso al mismo tiempo. El corazón de una persona puede sentir miles de cosas y aun así, seguir latiendo. Mi corazón, un órgano muy especial, fue lo único que siguió luchando para mantenerme en este mundo, aun cuando todo parecía perdido. Jamás se rindió y es que simplemente no podía hacerlo, ya que sabía muy bien que si dejaba de latir, abandonaría aquí en la tierra a ese hombre de ojos verdes y sonrisa cálida.

El amor de mi vida...

No podía entenderlo en esos momentos, no comprendía lo que estaba sucediendo, pero mi corazón sí. Ese corazón terco y fuerte sabía cuáles eran mis secretos y temores más profundos, y también de dónde provenía aquella cálida energía que me llegaba noche tras noche por constantes oraciones de un alma que rogaba por mi recuperación.

Conocía perfectamente quién era esa persona que me aferraba la mano suavemente en la oscuridad, después que todos se hubiesen marchado. Recordaba aquella triste figura que pocas veces se alejaba de mi lado, alguien que acariciando mis dedos y jugueteando con mi cabello, mientras yacía en aquella cama del hospital, guardaba la esperanza de que despertase pronto.

Y fue aquella cálida mano lo que sentí primero al recobrar la consciencia. Mis ojos no podían abrirse aún, pero su presencia era muy fuerte, podía escuchar su respiración agitada por la emoción que lo embargaba junto a susurros, de seguro continuaba orando a pesar de todo. Mis dedos se movieron lentamente después de muchos días, semanas tal vez, no lo sabía, pero en vez de ir a buscar a las enfermeras para avisarles sobre aquello, me sujetó fuertemente, como si por medio de ese contacto pudiera transmitirme toda su vitalidad para que me recuperase pronto.

Sin embargo, cuando pude abrir los ojos, débilmente a causa de mis golpes y heridas, al principio no pude distinguir su rostro. Todo era borroso y confuso, pero poco a poco mi visión se fue acostumbrando a la luz blanquecina de aquella habitación. Entonces pude verlo, el rostro de un hombre joven, de cabellos negros y ojos verdes que no dejaban de contemplarme fijamente.

Su mirada era penetrante, algunas lágrimas rodaban por sus mejillas en silencio, pero él permanecía ahí conmigo, aferrando mi mano, mirándome como si fuese la joya más preciada del mundo.

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