El desayuno es la comida más importante del dia

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El mundo me odiaba, seguramente me odiaba, No había otra explicación.

El desayuno japonés no sólo es completamente diferente al mío  (que soy italiano), sino que también tiene fama de ser uno de los más saludables del mundo, pues es bajo en grasas, contiene una cantidad adecuada de hidratos de carbono, diversas y variadas vitaminas y proteínas y no tiene demasiadas azúcares.
Estos desayunos se sirven más a menudo en los ryokan que en los hoteles de estilo occidental. Hoy en día, los japoneses tienden a desayunar con cereales o tostadas durante la semana y dejan el desayuno tradicional para los fines de semana, cuando tienen más tiempo para prepararlo.
Platos pequeños pero alimenticios
El arroz es el alimento básico del desayuno tradicional japonés, a menudo coronado con un huevo crudo que se revuelve con los palillos y se cocina con el arroz caliente - tamago kake gohan. También puede ser un tamago onsen, un huevo escalfado cocinado en aguas termales. También se le pueden agregar Aagas secas (nori), y / natto.
En cuanto a las proteínas, a los japoneses les encanta la tortilla japonesa, dashi maki tamago, el salmón a la parrilla (yakijake), eperlano a la parrilla (shishamo), o una ensalada hecha con pescaditos llamada shirasu, y / o tofu.
Otra cosa que no puede faltar en el desayuno japonés son los tsukemono, unas verduras encurtidas que incluyen pepino, berenjena, ciruelo y daikon(rábano blanco).
El desayuno también sigue las reglas de kaiseki que requiere que se sirvan diferentes platos pequeños simultáneamente. Uno puede agregar o dejar por fuera platos según lo desee.
Esta comida, como todas las comidas en Japón, se acompaña con té verde frío o caliente.
Haber sido obligado a aprender todas estas cosas tan distintas a mi cultura natural era frustrante. Si, adoro la comida, cocinar y todo eso, pero esto ya es exagerar. Aún así, Kakyoin parece disfrutar cada vez que prueba uno de mis platillos, lo que hacía que todo el maldito esfuerzo valiera la pena.

Deje finalmente todos los platos sobre la mesa, aún no me acostumbraba por completo a la ausencia de sillas, mis rodillas no lo soportaba muy bien pero algo es algo. Seguía mirando impaciente el reloj monocromático, esperando impacientemente que saliera de su habitación tan puntual como todas las mañanas. Y finamente cuando el reloj marco las ocho, la puerta de su cierto se abrió mostrando su figura en pillada mientras se trataba un ojo y bajaba con cuidado las escaleras.

– Buenos días, _____(Luka). – dijo con su típica sonrisa de idiota mientras me miraba aún adormilado. Tras juntar las manos y agradecer los alimentos comenzó a degustarlos en silencio a la par que yo comenzaba con lo mío.

Debía admitir que el sabor no estaba mal, pero extrañaba demasiado lo dulce. Aunque el doctor fue claro conmigo; nada frito, nada picante, casi nada de dulce y apagues a su plan alimentario. Los intestinos de Noriaki seguían siendo muy delicados a pesar de la innumerables operaciones, y del tiempo en si. Su columna vertebral no estaba en buenas condiciones tampoco, después de todo, hace diez años fue atravesado por ese maldito vampiro. A veces me atrevo a pensar que hubiera sido mucho mejor para él haber muerto en Egipto, tal vez así ahora no estaría confinado dentro de un apartamento, que si bien era cómodo y tenía todos los tratados posibles, no podía compararse con la libertad que el ansiaba tanto mientras miraba por la ventana.

Yo sabía que el quería salir por si sólo, sin uso de su bastón o silla de ruedas, podía verlo en esos ojos tristes cada vez que me iba para hacer las compras. Pero lo más triste que el sufría, era el ver esa foto todos los días. Kakyoin sabía que no debía seguir enamorado de esa mujer, después de todo es la esposa de su mejor amigo, pero no podía evitar verla en ese vestido blanco todas las mañanas. Me daba pena, me da rabia. Quería que el saliera de ves en cuando, pero  no quiere tener que usar ese palo de madre durante tanto tiempo, no quería sentarse en una silla y simplemente dar un paseo por que anhelaba el día en que lo haría con sus propios pies sin necesidad de nada ni nadie.

Por eso sigo aquí, para tratar de salvar a un hombre que se deteriora día a día, para tratar de tomar esa pequeña esperanza con pinzas y lograr sacar algo de ella. Era mi amor por ese hombre mayor que me impedían el decirle la verdad, el decir que todas esas cosas que se quedaban agotadas en ni garganta. No quería decirle que todos esos medicamentos que le obligaban a ingerir no servían para curarlo, sólo aplicaban el dolor de sus músculos destruidos y sus huesos rotos; sólo lo dormían, y el lo sabía. Era una sombra de lo que alguna vez había sido, un joven alegre y vivaz, amable con todos y con una vida por delante.
Eso se esfumó en el aire en cuanto conoció a los Joestar, en cuanto DIO pisos sus sucias manos en el, en cuanto ella no sólo robó de sus labios su primer beso sino también su corazón. Me daba rabia y me hacía odiar a muerte a una vieja amiga que ya había sufrido demasiado, pero no podía ser objetivo cuñado mi corazón se metía en medio.

Kakyoin finalmente terminó su desayuno y lo dejo de lado, mirando pacientemente como la lluvia caía al otro lado de la ventana . Me levante, tomando todos los platos sucios y yendo a lavarlos, con movimientos tan mecanizados y rigurosos que casi podía hacerlo con los ojos cerrados.
En estos tres meses en los que estuve viviendo bajo el mismo techo que el, uno podría decir que ya estaba acostumbrado a ver su cuerpo desnudo con todas esas veces que he tenido que bañarlo, pero no. Siempre es una sorpresa encontrar esa gran cicatriz en su abdomen, no sólo la piel mal tratada de las innumerables operaciones, sino también esa cicatriz de batalla que lo cubría por completo. Ahora estaba mucho más flaco que cuando los conocí, pero seguía teniendo esas definida musculatura que poco a poco volvía a aparecer gracias a los ejercicios que le ayudaba a realizar.
El tampoco se había acostumbrado que otro lo mirara y ayudará a bañarse, sus mejillas se teñían de rojo cuando pasaba la esponja por su espalda, y miraba incómodo hacia otro lado. Era adorable, pero no podía aprovecharme de eso, se lo había prometido, lo cuidarla por que era mi trabajo, lo apoyaría y alentaría por que era alguien importante para mi, pero no me aprovecharía de su situación, no soy tan basura como para hacer algo así.

Finalmente la lluvia pareció calmarse, era el momento indicado para salir a comprar las cosas que nos faltaban. Esta noche prepararía algo un poco más especial, a riesgo de que su doctor me mate o su intestino explote, pero no había probado un dulce en años y un pequeño pastel de cerezas y crema no le caería mal para animarlo.

– Bueno, me voy ¿necesitas algo más aparte de lo que traeré? – Pregunté en el umbral de la puerta mientras lo veía escribir con rapidez sobre el teclado de su computadora.

El me miro de rojo mientras colocaba sus lentes en el cuello de su camisa sujetándolos, sorbiéndome con algo de vergüenza y esa amabilidad que no desaparecía. – Me gustaría a acompañarte hoy ¿puedo? – mire la silla de ruedas que descansaba a un costado del pasillo y el siglo mis ojos con un ceño levemente fruncido.

Maldije para mis adentros esa cara de cachorro que me estaba poniendo mientras me acercaba a el para darle su bastón. – Vamos, pero si estás cansado o te duele algo, háztelo saber. – Mis ojos fueron los suficientemente insistentes como para dejarle claro en que hablaba enserio, pero el sólo pudo soltar una risa sincera mientras tomaba el palo de madera pulida que le extendía. Tras ayudarle a colocar su abrigo, ambos salimos del departamento a paso lento pero firme.

En el ascensor podía escuchar fuerte y claro su respiración levemente agitada y el palpitar de su corazón. Se sentía emocionado, feliz y aterrado al igual que yo, podía notarlo en su rostro que era un poema de expresiones diferentes que cambiaba de ves en cuando con las cosas que su mente le hacía pasar.
Finalmente llegamos al lobby, las puertas de cristal aún estaban empapadas aún con las lágrimas de una lluvia reciente, el viento frío acaricio mis mejillas en cuanto abrí la puerta. Mire de reojo al pelirrojo, su cabello volaba con la fuerza del viento mientras disfrutaba de ese pequeño goce con los ojos cerrados. No pude evitar sentir como mi corazón se derretía mientras lo veía, ahí, tan pacífico y cómodo, que más que una persona parecía una pintura al óleo exhibida en el mejor museo del mundo. Mi mano se deslizó por mi cuerpo automáticamente mientras buscaba mi cámara y le sacaba una foto. Ante el ruido del flash, el abrió los ojos con delicadeza mientras me miraba con curiosidad y una sonrisa realmente cálida.

– Lo siento. – Respondí rápidamente mientras guardaba mi vieja cámara  en mi bolsillo de abrigo.

– No, No, está bien. Se que te gusta tomar fotografías, no  me molesta. Es. . .¿tierno? – No pude evitar que el sonrojo se extendiera desde mi cuello a mis mejillas, incluso un poco las orejas.
El universo me odiaba, por más que me reforzará por dejar lo que siento en el olvido, esa sonrisa, esa maldita sonrisa era demasiado para mi corazón.

Cerezas dulcesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora