Primer deseo

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Era un día como otro cualquiera en el entrenamiento diario del instituto Karasuno. El equipo de voleybol ya había empezado a entrenar, y las mánagers observaban desde un lado de la cancha.

-¡Toma ya!- gritaron al unísono Hinata y Kageyama, que acababan de realizar uno de sus ya tan aclamados remates rápidos.

- ¡Muy bien, chicos!- gritó Yachi, emocionada, mientras notaba la sonrisa de su sempai a su lado.

Hinata sonrió mientras la miraba y eso hizo que sintiera cómo su corazón se agitaba. Apretó su jersey, notando el calor aflorando dentro de ella. Miró al muchacho, buscando el motivo de su agitación. El sedoso pelo anaranjado, pegado a la nuca por el sudor, la camiseta ya humedecida por el tiempo de entrenamiento y los sucesivos remates, los pantalones de gimnasia algo caídos por detrás. Hinata era delgado y bajo. "Tan delicado", pensó ella inconscientemente, mientras miraba los brazos delgados pero masculinos de Hinata. Yachi se sonrojó cuando vio que la miraba.

-¡Eh, Yachi-san!- dijo él, alzando el brazo hacia ella en señal de saludo.

Yachi se sonrojó más, escondiéndose tras su portafolio.

- ¡Cambio de camisetas! -se oyó la voz de Daichi, y todos se acercaron al banquillo a por nuevas camisetas limpias.

Hinata se acercó corriendo a ella, mostrando su pecho blanquísimo del que apenas asomaba un finísimo y claro bello. Yachi observó el sudor pegado a su cuerpo, mientras le alcanzaba una nueva camiseta.

- ¡Gracias! -dijo él, girándose rápidamente hacia la pista.

- Umm...emmm... ¡D- de nada! - respondió, quizás con demasiada tardanza.

"Dios..., ¿pero qué me ha pasado?", pensó, agarrándose el enrojecido rostro entre las manos.

- ¿Hitoka? - le preguntó Kiyoko, extrañada por su actitud.

- ¡Ah, Kiyoko-san! ¡Perdona!

Su sempai la miró arqueando una ceja, e inmediatamente volvió a estar concentrada en el entrenamiento.

Después de eso la tarde transcurrió con normalidad, exceptuando el extraño sentimiento que de vez en cuando asaltaba la mente de la chica. Cuando ya se había hecho de noche, todos empezaron a recoger y limpiar el gimnasio a las órdenes e indicaciones del capitán, tras lo cual, los miembros del equipo empezaron a abandonar el gimnasio.

Cuando se disponía a ir a los vestuarios para cambiarse, Hinata se acercó a Yachi, con su habitual sonrisa despreocupada. Era extraño, pero aquella feliz indiferencia que mostraba siempre le empezaba a hacer daño. Se preguntó por qué a menudo, cuando él le hablaba así, le hacían sentir ganas de llorar y de gritarle. Intentó retirar esos pensamientos mientras se concentraba en lo que el muchacho le estaba diciendo.

- ¿Lanzas algunas pelotas para nosotros? - preguntó él, señalando con el dedo pulgar a Kageyama, que se encontraba detrás de él, ya colocado en su posición de armador.

- Ah, ¡claro!

Hinata le sonrió abiertamente y los tres se colocaron para realizar la ceremonia habitual tras el entrenamiento diario. Realmente los tres habían montado una extraña tradición que los unía de forma diferente a los demás compañeros del equipo. Y aunque era algo que la hacía sentir agradecida, estar con ellos durante más tiempo, lanzando pelotas para que Hinata las rematara siempre con esa pasión, esa desesperación, la hacía sentir a veces un poco insignificante.

Pronto se hizo tarde, y ambos, Kageyama y Hinata, incluso ella misma, estaban cansados por el ejercicio. Se dispusieron a limpiar el gimnasio, guardando los balones y destensando la red, cuando Kageyama anunció que ese día tendría que irse antes.

Primer deseo - HinaYachiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora