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—¡Gracias por tanto, daddy!—grité tirándome a sus brazos, él me abrazó gustoso y me regaló una sonrisa.

Mi mamá estaba full enojada, es que aún no entendía que ya tengo veintiún años y departamento propio, podía hacer lo que quiera y cuando lo quiera. Odiaba que ella fuera tan así pero nunca he podido hacer algo como para evitarlo, creo que lo cuica que llevaba en su sangre era imposible poder sacárselo.

La idea de ir a Brasil me tiraba hace mucho tiempo y ahora que mi papá me había regalado pasajes a mi y a la Cata, mi mejor amiga, todo sonaba aún más bacán. Los pasajes eran para mañana mismo y ahora estábamos como locas arreglando todas nuestras cosas, habíamos guardado los mejores trajes de baños que teníamos, queríamos dar la mejor impresión a los brasileños.

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—¡Que calor que hace!—exclamó la Cata elevando sus brazos al cielo.

—Pero es más agradable que en Chile, ahí el calor quema fuerte—caminé hasta la sección de los taxis y me di cuenta que mi amiga no estaba a mi lado.

—¡Espera!—gritó—Estoy subiendo contenido a mi Instagram Stories...

Nos dirigimos al hostal, era algo pequeño y en verdad no me había gustado para nada, en la entrada habían hombres borrachos que nos miraban como si yo y la Cata fuéramos carnada. Las piezas eran pequeñas y no tenían baño propio. Pero bueno, al final ni siquiera pasaríamos tanto tiempo aquí.

Se nos hizo noche de tanto intentar ordenar la pieza, al final no pudimos y contratamos servicio a la habitación, éramos un cero a la izquierda haciendo cosas como el aseo. Nos bañamos, nos arreglamos y nos maquillamos lo más natural que pudimos, ni siquiera nos gustaba mucho maquillarnos, pero nuestra primera noche en Brasil lo ameritaba.

—¿Cuál te gusta más?—pregunté. En la mano izquierda tenía un enterito blanco corto que parecía un traje de vestir y en la derecha un vestido negro que había comprado en Chile unos meses antes, nunca lo ocupé.

Me señaló el enterito blanco sin siquiera prestarme mucha atención, solté un bufido y me lo coloqué, amaba como se veía.

Fuimos a un pub cerca del hostal, el ambiente estaba bastante bueno y ya habíamos hablado con algunos chiquillos... Habíamos tomado un poco más de la cuenta y ahora nos encontrábamos en una mesa con cuatro hombres más a nuestro alrededor, ni siquiera se como llegamos aquí, lo único que sé es que habían veinte shot de tequila sobre la mesa, un par de papeles y todas las personas del recinto nos estaban mirando raro.

—¿Y tú que tienes para darme?—dijo el hombre. Metí la mano a mi bolsillo y saqué las llaves de mi moto.

Si perdía probablemente mi daddy me iba a matar, la moto fue regalo de cumpleaños de los dieciocho y en verdad casi nunca la usaba, pero igual había sido regalo... Estaba loca y borracha, pero probablemente el hombre que estaba sentado frente a mi lo estaba aún más como para apostar las dos piezas en el hotel de la selección chilena—uno de los mejores de la zona—a la chiquilla más buena para beber alcohol en Chile.

10 shot cada uno en el menor tiempo posible, esa era la apuesta y estaba emocionada.

—Prepárate para quedarte en el mejor lugar de la zona—le murmuré a mi amiga, ella sonrió y comenzó a gritar como desenfrenada cuando comencé a tomar.

Al cuarto la garganta me ardía como si estuviera en el infierno, pero yo no me iría al infierno porque era una niña buena... No supe nada más y perdí la cuenta de cuantos había tomado, porque estaba vomitando de una manera terrible en los baños.

—¡Eres una maldita perra estúpida!—gritó mi amiga y entonces saqué la cabeza de la taza de baño para mirarla con el ceño fruncido—¡Tenemos las mejores habitaciones y tú vomitando en un baño de un estúpido bar!

Sin promesas || Erick Pulgar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora