Aquella noche no pude parar de llorar, sabía que todo lo que había pasado era culpa mía. Fui yo la que confié, la que decidí creer en todas esas palabras escondidas tras una mezquina sonrisa.
No supe parar el huracán de emociones que me atravesó en esos momentos, y tampoco lo intenté, nunca había sentido ese torbellino de emociones. Rehusé a hacerme cargo de las responsabilidades y las consecuencias aparecieron de repente. Lo deje en manos del destino, quien resulto ser un completo inepto en temas del amor.
No quería que nada de lo que estaba pasando se acabara, pero en ciento momento la burbuja estalló y la realidad me golpeo con tanta fuerza que me dejo a años luz de quien solía ser.
Renuncié a mi esencia con tal de conseguir lo que quería, una estafa en la que todo el mundo es participe, nadie me advirtió de los abismos, en ningún lugar aparecía un cartel de cuidado fraude.
Todo era maravilloso, la verdad es que lo que más extraño son las mentiras que me hacían sentir viva, la sensación de alivio cuando me abrazaba y las noches sin pesadillas.
Pero en un punto de esta vida me encontré a mi misma sosteniendo los pedazos de lo que una vez fui, me encontré a mi misma mintiendo por ti, para ti y a ti.
Sentía que te debía tanto por una cosa que ni siquiera hiciste. No fuiste tu quien me sacó del agujero negro, fui yo sola la que conseguí salir trepando y lo único que hacías era poner más peso a mis espaldas. Me hundías más cuando toda yo pedía auxilio.
Grité durante horas y me hive demasiadas preguntas. Me abalancé sobre el confort de los recuerdos, reviví en mi cabeza cada instante perfecto y dejaron de serlo. Todo se volvió más claro y por fin lo entendí.
Me culpo a mi misma por creerte, pero te culpo más a ti por creerte tus mentiras.
