X: l l a m a s

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F L A S H B A C K

Aquella noche, los gritos reemplazaron la dulce voz de su madre despertando al rubio. Los gritos de ayuda y agonía dejando una sensación de desesperación y tormento, tomaron el lugar de la melodiosa voz de su madre, que cada mañana lo despertaba.

Pero aún eran las 3:10 de la madrugada.

Y lo que entraba por su puerta y ventana, no eran los rayos del sol, eran las llamas consumiendo todo a su paso y arrazando con lo que más quería, incluso con lo intangible, con los recuerdos.

Dando un mecánico salto de la cama, el pequeño Jimin corrió hasta la sala, que se encontraba con el fuego más vivo que había podido apreciar, casi como si tuviese vida propia.

Entonces un feliz recuerdo invadió su mente, tornándose triste y oscuro; la tarde anterior en que su mejor amigo TaeHyung y él habían encendido las velas cuando el apagón los había tomado por sorpresa en aquella tormenta, quizá habían olvidado apagar una o dos cuando la energía eléctrica había vuelto. Lo que su inocente y preocupada conciencia no había tomado en cuenta, eran los infinitos motivos por los que un incendio ocurría, diferentes puntos de vista y codicia, por ejemplo.

Mientras los minutos seguían corriendo y la desesperación cada vez lo consumía más, un estruendo se escuchó, proveniente de la habitación de los padres del chico.

El pequeño de cabellos dorados brillando por el reflejo del fuego, corrió lo más rápido que sus pequeñas piernas lo permitieron, pero era muy tarde, las columnas del pasillo que conducía hasta la habitación, se habían derrumbado.

- ¡Cariño¡ -una delgada mano salió por la rendija de lo que la puerta alcanzaba a abrir, esa sortija era inconfundible, era su madre.

El pánico de ver como la desesperación se transformaba en gritos de ayuda y él no era capaz de hacer nada, lo paralizaba cada vez más.

El techo comenzaba a colapsar y los gritos ahora se escuchaban lejanos, todo pasaba en cámara lenta, hasta que uno de los muros que sostenía la casa, se vino abajo.

El estruendo y la madera crujiendo por el fuego consumiendo hasta la última partícula hicieron reaccionar al pequeño, quién aún se encontraba en shoock.

Sus manos temblorosas respondieron a la electricidad que su cerebro mandaba al cuerpo, logrando que el chico comenzara a actuar y sin pensar, metió una de sus manos al fuego, intentando quitar los escombros.

Cuando el fuego tocó su delicada piel y penetró hasta el último poro, se podía jurar que perdería la cordura por el dolor reventando en su ser

Lo último que recordaba eran los gritos resonando en su mente, buscando mil formas de perderse pero impregnandose en sus recuerdos felices.




Motefobia; YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora