Capítulo 3: Algo más que un guía.

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Tras buscar varias pistas por los alrededores, finalmente, encontraron algo que les dio una pista importante de lo que estaba ocurriendo. Bishamon tenía a Hiyori y no sólo eso, sino también suponían que a Kazuma, quien fue desterrado al creer la diosa que le estaba traicionando, ayudando a Yato con aquella purificación en vez de matarlo como tenían previsto.

Enfrentarse a la Diosa de la guerra no era algo que quisiera hacer, pero no tenía demasiado remedio. Había cosas que siempre tendrían prioridad. Lo primero de todo, sería ir hasta el mundo de los Dioses pero él no tenía ningún templo desde el que desplazarse. ¿A quién podría pedirle un favor semejante? Tenjin era el único que se le ocurría en esos instantes.

Corrió hacia el templo, seguido de cerca por Yukine. No habían podido hablar de lo sucedido pero, esperaba hacerlo cuando regresasen de esa misión, por arreglar las cosas. Podía notar que el chico tenía ciertas inquietudes y era normal después de lo que habían hecho.

- Yukine, te prometo que hablaremos de todo en cuanto regresemos – prometió Yato.

- Sí.

Tenjin puso como condición que nadie supiera sobre su ayuda en ese asunto y así, mandó a ambos al mundo de los Dioses. Era de noche allí. El tiempo fluía de forma diferente en ambas esferas pero, una cosa tuvo clara cuando llegó. Allí ocurría algo y era algo turbio.

Aquel lugar era un desastre. Podía escuchar gritos de gente o más bien, de los shinkis que parecían estar huyendo de algo, sin embargo, Bishamon posó sus ojos en ese chico que acababa de aparecer en sus dominios frente a ella.

- ¿Qué estás haciendo tú aquí? ¿Vienes a matar a más de mis tesoros? – preguntó con dureza.

- ¿Dónde está Hiyori? Sé que tú la tienes. Libérala – ordenó Yato desde el patio de la mansión.

- ¿Hiyori? No sé de qué me hablas, tú has venido a destruir a los míos – gritó antes de abalanzarse con todas sus fuerzas hacia él.

- Sekki – gritó Yato, convirtiendo así a Yukine en espada y poder defenderse del primer embiste.

Sin la ayuda de Kazuma había algo de ventaja pero también una desventaja. Kazuma era quien controlaba y dirigía los ataques de todos los shinki, lo que conllevaba una gran precisión, sin embargo, ahora ya no había precisión, pero sí un poder sin igual fuera de todo control. Era destructivo pero muchos de los golpes, fáciles de evitar.

Por momentos, sufría por Yukine. Él debía aguantar los golpes de la espada de Bishamon. Era robusta, grande y poderosa, la espada fina en la que Yukine se convertía no era rival para algo semejante, pero aun así, intentaba mantener a Yato con vida embiste tras embiste.

La corrupción era visible en su pálida tez. Yato la veía claramente y eso significaba que alguno de sus tesoros estaba realizando maldades. Había caído en alguna tentación o pecado humano. Si no lo purificaba pronto o lo desterraba, todo sería en vano, ella moriría tarde o temprano.

Sólo un pequeño despiste bastó para que Bishamon consiguiera que soltase a Yukine de sus manos, desplazándolo varios metros a distancia de él. ¡Era absurdo hacer algo así! Llamó a su arma y ésta volvió volando hacia él, pero no esperó que una barrera creada por tres shinki le rodease. Yukine golpeó contra ella y le fue imposible llegar hasta la mano de su Dios.

Indefenso como estaba, Bishamon aprovechó para acercarse a él con espada en mano. Por fin su tan ansiada venganza estaba frente a sus ojos y Yato caería tras siglos persiguiendo sus pasos. Él mató a sus tesoros y ella ahora, acabaría con su maldad para siempre. La espada bajó frente a los ojos de Yato, esperando el golpe.

Perdóname (Noragami)Where stories live. Discover now